La travesía de la expedición a Meremberg

Esperan la llegada de otros viajeros a la Reserva Meremberg, a la entrada del Teatro Pigoanza, punto de partida, Piter Bonilla Díaz, Félix Trujillo Trujillo, quien salió a despedir a la expedición; Mónica González, Héctor Álvarez, Jimeno Andrade, Liberio Jiménez y Aristóbulo Álvarez.
El viaje iniciado por un grupo de huilenses atraídos por conocer la Reserva Meremberg -significa Marmonte-, sitio de atracción turístico ubicado a 26 kilómetros de la población de La Plata -Huila-, corregimiento de Belén, en zona limítrofe con el Cauca, se convirtió en una inesperada travesía. Ello, desde luego, no estaba en los planes del coordinador del recorrido, periodista y ecologista Liberio Jiménez Jiménez, gestor del libro “Soldado de dos mundos”, lanzado en noviembre de 2008 y que revela en detalle la maravilla de su naturaleza. Tampoco se imaginó que sus convocados iban a afrontar la inédita odisea al perderse en uno de sus bosques.

Integrantes

Partimos, además de Jiménez, el compositor Héctor Álvarez, el abogado Hernán Velasco Zea, el psicólogo Jimeno Andrade Bahamón, el ex docente Luis Fernando Montaña, el rotario Aristóbulo Álvarez, las damas Ángela (Monina) Ramírez, Yolanda Araujo, la arquitecta Mónica González y quien esto escribe. El ex alcalde de Neiva y ex gobernador del Huila Félix Trujillo Trujillo, fue uno de los ausentes. Pero haciendo alarde de su caballerosidad y diplomacia llegó primero al Teatro Pigoanza, lugar donde nos esperaba la buseta con su conductor Edgar Garzón, para cordial y amablemente, desearnos una grata y fructífera nueva experiencia, ¡y qué experiencia!, que comenzó a las 7 y 45 minutos de la mañana del sábado 13 de julio, con regreso el día siguiente pasadas las 7 de la noche.

Breve reseña histórica

La Reserva Meremberg fue fundada en 1928 por el ingeniero agrónomo alemán Kald Kohisdorf, en terrenos comprados a los herederos del general Tomás Cipriano de Mosquera, en una extensión de 300 hectáreas.
En 1932 llegó su familia conformada por su esposa Elfryda y sus hijos Werfry y Metchthild. Allí había construido su casa en madera tipo canadiense. La Reserva recibió el más riguroso equilibrio ecológico, con su respectivo potrero en una extensión de 150 hectáreas y la conservación de otro tanto de bosques primarios. Al morir Kohlsdorf, en 1944, la Reserva quedó bajo el cuidado de la viuda y su hijo varón. En 1948 llega Mechthild, con su esposo el ex soldado de la II Guerra Mundial, Gunther Buch y se hace cargo del predio. Éste le dedica intensos cincuenta años de trabajo hasta obtener que dicha propiedad se constituya en la primera reserva privada de Colombia. Meremberg se convierte en el laboratorio ideal para estudiantes nacionales y extranjeros. Científicos de todas las latitudes llegan para estudiar su flora y su fauna.

Cazadores asesinos

No sólo esta rica vegetación es visitada por los ávidos de conocimiento y análisis, sino por los animales perseguidos. Precisamente en marzo de 1975, cazadores criminales disparan y dan muerte a la señora Mechthild, cuando enfrentó inerme, en forma valerosa y temeraria para defender un grupo de micos aulladores. Su fallecimiento causó consternación y rechazo en la zona. Los asesinos fueron condenados a prisión en un proceso que tuvo como principal protagonista al extinto abogado penalista plateño Hernando Ramírez Cháux.

Su muerte en Berlín

Gunther Buch después de estudiar a fondo las ciencias naturales de Colombia y América, se convirtió en autoridad de la fauna y flora Andina. Dictó conferencias en México, Chile, Ecuador y Venezuela. Después de la caída del muro de Berlín, regresó a Alemania donde murió recientemente, el 19 de noviembre de 2012.

Apodos y carcajadas

Desde el comienzo del viaje el máximo humor originado en las chanzas, anécdotas risibles, jocosos cuentos de todos los colores y hasta versos de distintos sabores, es decir, una completa “mamadera de gallo” que dio hasta para la adjudicación de apodos, hizo del vehículo una permanente carcajada, teniendo como principal responsable de su iniciación a Hernán Velasco hasta por su atuendo: impermeable, gafas oscuras, gorra camuflada, botas militares, chaqueta, ropa negra ajustada. En la camisa y pantalón guardaba un pito, una navaja, una puñaleta y una brújula, aparte de un maletín donde portaba unos binóculos, una cámara fotográfica, una potente linterna, una botella de whisky, y los artículos de aseo personal. Desde luego que el resto de acompañantes igualmente llevó los elementos requeridos.

Cuatro apagadas

Al paso por la construcción de la Represa de El Quimbo, el vehículo empezó a apagarse. Ello hizo también apagar un poco la rochela. El chofer con cara de pena y Jiménez sin disimular su preocupación, se bajó y lo “arregló”. Más adelante se repite la falla, unas veces en subida, en curva, en plano, en descenso, hasta completar cuatro y así a los “pujonazos” llegamos a La Plata, yendo a parar a un lavadero de carros para buscar su definitiva reparación. El problema fue de filtros.

Héctor Álvarez y su guitarra

Pese a que la espera fue un poco prolongada, porque en esa localidad no se conseguía el repuesto y había que pedirlo a Neiva –qué tal, ¿ah?- Héctor Álvarez puso la nota folclórica y tranquilizadora. Echó mano a su guitarra y empezó a cantar melodías de su repertorio y las que le pedíamos. Superado el daño partimos para Meremberg por una carretera destapada, risada y angosta, es decir, en regulares condiciones, hasta la cima de la cordillera; 2.600 metros y con una temperatura de 17 grados durante el día y menos de 10 grados en la noche. La altura permite ver la majestuosidad del paisaje en todos los aspectos, que igualmente por la profundidad el vértigo pone los pelos de punta.

Ante la referida demora el almuerzo que estaba programado para las doce resultó a las dos de la tarde en la casa de los mayordomos de la Reserva, Rubén Luna y su amable y atenta esposa Aidé Quintero.

Otro tropiezo

En la ruta hacia la Cascada La Candelaria, hallamos otro escollo. Un árbol había caído obstruyendo la mitad de la vía. Especialmente los hombres nos bajamos para tratar de despejarla, pero fue imposible. El conductor poniendo en riesgo rayar el automotor con las ramas y un pequeño montículo, como pudo, con las indicaciones de todos, logró superar el tropiezo. Menos mal que nadie pensó que era una trampa de la guerrilla. A propósito, el lugar conocido como Tijeras, donde la subversión campeaba sembrando el terror, hoy está ocupado por los militares, garantizando la seguridad del sector. Liberio comunicó en dicho lugar a algunos campesinos sobre lo presentado y con hachas y machetes acudieron a establecer el libre paso vehicular.
(Espere mañana la segunda parte: Perdidos en uno de los bosques de Meremberg).

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