La Nación
La verdad está en las obras 1 18 abril, 2024
MENSAJE DE VIDA

La verdad está en las obras

«Y les dijo esta parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo, encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”» (Lucas 13,1-9).

 

La verdad está en las obras, no sólo en las palabras. Jesús mismo nos lo enseñó en el Evangelio: «No todo el que dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos». Muchos personajes de la historia, me han ayudado a recordar esta gran verdad, por ejemplo – Tertuliano escribe de los primeros cristianos: «Mirad cómo se aman» y así, se propagó el cristianismo. – San Juan insiste de igual modo: «No amemos de palabra, sino de obra y de verdad». – Pablo VI decía que nuestros contemporáneos no quieren maestros, reclaman testigos.

Viene a mi memoria el pasaje de la vida de san Francisco de Asís cuando invita al hermano León a predicar. Dan una vuelta por la ciudad y regresan al convento en Asís sin haber pronunciado una sola palabra. Extrañado, el hermano León pregunta al santo: ¿No íbamos a predicar? Y Francisco responde: Ha sido el sermón del ejemplo. ¡El sermón del testimonio de vida! Recordemos que la incoherencia entre lo que decimos y hacemos nos deja al descubierto. Es muy grande la fuerza que tienen las palabras cuando se rubrican con la vida. Porque sólo ésta convence. «La verdad está en las obras». ¡Qué fácil nos resulta hablar y qué difícil ser! Porque «las obras dan testimonio de lo que somos». Somos cristianos no porque nos llamemos así, sino por las obras cristianas que realizamos. «La verdad está en las obras». Cuentan que Alejandro Magno en una batalla muy dura vio que un soldado suyo huía cobardemente del peligro.

Lograda la victoria hizo que lo trajeran a su presencia y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». «Alejandro», respondió el interrogado, y el emperador dijo tajantemente: «O cambias de nombre o cambias de conducta». ¿Podría decirnos el Señor a nosotros lo mismo cuando nuestras obras no responden al nombre de cristianos? Que a lo largo de este tiempo de Cuaresma resuene dentro de nuestro corazón: “La verdad está en las obras, no sólo en las palabras”. Por nuestros frutos nos conocerán Y nosotros nos debatimos en mil elucubraciones intentando definir la mejor manera de seguir al Señor, mientras los otros sólo ven cómo amamos y aprenden de nuestra generosidad y justicia. Queremos ser, gesto cálido, palabra oportuna, sonrisa acogedora, mano tendida, mirada tierna y persona amiga. Porque deseamos parecernos al Señor. Nuestro fruto ha de ser el amor, traducido en compañía, en caricia y en ternura. Pidamos al Señor que nos ayude a ser luz en medio de este tiempo de oscuridad, sal en este mundo soso, que necesita la alegría del evangelio.
Hace unos días, hablé con un sacerdote ortodoxo amigo, que conocí en Roma, llamado Gabor, me contó que ha vivido estos días la gran pesadilla de la guerra en Ucrania y una historia lo ha conmovido. Al octavo día de los ataques Rusos, se aproximó a un militar herido en la guerra y en medio de los ataques de los soldados Rusos le preguntó: – “¿Quieres que te lea la biblia?, el militar herido respondió: primero dame agua, pues tengo mucha sed. Y el Sacerdote Gabor le ofreció el último trago de agua que tenía en su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda.

El Sacerdote le dijo – ¿Ahora, puedo leerte la Biblia?, pero, el militar de nuevo le dijo: por favor, antes deme algo de comer, tengo hambre. El sacerdote ortodoxo, le dio el último pedazo de pan que tenía – Tengo frío, fue el siguiente clamor. Y Gabor mi amigo Sacerdote ortodoxo, se despojó de su abrigo de campaña pese al frío que calaba y cubrió amorosamente al herido. Entonces el soldado herido después de estar cubierto, le dijo al Sacerdote, “ahora sí Padre Gabor, háblame de ese Dios que hizo posible que Usted me diera agua, pan y abrigo. Hoy quiero conocerlo”.