Dayana Méndez Aristizábal
Un día al año, en todos los lugares del mundo, las mujeres se movilizan, salen a las calles a exigir lo que les corresponde y paralizan ciudades enteras haciendo huelga, en sus trabajos y en sus casas. Esto, les cuento, no es un asunto de felicitación por ser unas maravillas celestiales, dadoras de vida, buenas, nobles, bondadosas y bonitas, nada de eso. Esto, es parte de un proceso histórico, de toda una vida de reclamaciones y lucha por los derechos.
¿Se imaginan que mientras la mitad de la humanidad pudiera ir a la Universidad, recibir un salario por el trabajo, ser titular de propiedades (al menos de su casa), tener la custodia de sus hijos, tener una cuenta bancaria, votar, hacer negocios, la otra mitad no pudiera? Pues, ese ha sido el destino de las mujeres a lo largo de su historia, un hilo de indignidades para ser asumidas como humanas y ciudadanas.
Es justo en este punto en el que alguien estará pensando, sí claro, tenaz, pero eso ya no es así, ahora tienen los mismos derechos que los hombres. Veamos entonces sólo algunos datos –la columna no me da para mucho más- para que aterricemos esto. En Colombia el 51% de la población son mujeres y son monetariamente más pobres que los hombres, algo que se mantiene en América Latina. Las mujeres tienen en promedio 10 años más de escolaridad que los hombres, es decir, están más cualificadas profesionalmente, pero aun así están en mayor situación de desempleo que los hombres, a quienes además les pagan en promedio entre 20 y 30% más que a ellas. Las mujeres están infrarrepresentadas en los espacios de poder, en las direcciones de empresas y en los cargos de elección popular en donde no superan el 22% en todo el país.
En promedio el 80% de las víctimas de violencia intrafamiliar son mujeres. Según Medicina legal 800 mujeres fueron asesinadas el año pasado y en la mayor parte de los casos los feminicidas han sido sus parejas o exparejas. Es absurdo que a estas alturas de la historia tengamos que seguir pidiendo respeto por nuestras vidas, que aún nos sigan matando y que nada pase. Es absurdo que no seamos capaces de ver todo esta estructura de discriminación y daño sobre las mujeres y que en su lugar nos den flores y chocolates por ser la máxima obra de la creación. Es absurdo que nos sigan diciendo locas, exageradas, feminazis, cuando las tumbas de nuestras muertas hablan por sí solas y las denuncias en las fiscalías roncan dulcemente hasta que son archivadas por que la mujer fue encontrada muerta a manos de su ex. Así que permítanme que me pregunte, ¿lo de las flores es por lo de las muertas? o ¿es porque con esos dulces gestos pretenden que olvidemos la estructura de discriminación, precariedad y peligro en la que vivimos, mientras nadie hace nada?