La Nación
Las vacunas, otro reto ético en la pandemia 1 23 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Las vacunas, otro reto ético en la pandemia

José Joaquín Cuervo Polania

Los principios, los valores, los derechos fueron aún más relativizados en plena pandemia; aparentemente la dignidad humana, el bien general, los principios pro hominem y pro libertatem terminaron triunfando sobre cualquier otro derecho; la libertad de locomoción, el libre desarrollo de la personalidad o la autonomía humana terminaron sacrificando su alcance. La libertad de empresa, la reactivación económica, las leyes de la libertad de mercado no se compadecieron, ni despertaron la solidaridad, casi inexistente antes ni después de la mayor crisis de la pandemia. Por ejemplo, la vacuna Moderna, sus trasnacionales dueños cuya solución final parecía ofrecer la mejor defensa en contra de la COVID-19 en el mundo, hanestado suministrando sus dosis casi exclusivamente a las naciones acaudaladas. En consecuencia, los países más pobres han tenido que esperar mientras la farmacéutica obtiene ganancias por miles de millones de dólares. “Se están comportando como si no tuvieran absolutamente ninguna otra responsabilidad más allá de maximizar el rédito de su inversión”

Otra muestra del redimensionamiento de los valores lo demuestra el que experimentar con seres humanos antes de la pandemia era una prohibición absoluta. La emergencia humanitaria flexibilizó cualquier rigidez ética. Contra la prohibición de experimentar con seres humanos triunfó el principio se enuncia que entre dos males se puede escoger el menos malo. Finalmente triunfo el sacrificio de la libertad de optar o no por ser vacunados a favor del bien general. Podemos ser defensores de la aplicación de la vacuna, podemos reprochar la actitud de los que no se quieren vacunar, pero podíamos ser enfáticos en que su opinión o sus sospechas (de los que no querían vacunarse) no podrían sobreponerse al bien común y a la salud de todos. Triunfó la tesis de que solo mediante la vacunación generalizada alcanzaríamos la inmunidad colectiva, en la que suficientes personas sean inmunes para evitar que la enfermedad se propague libremente. Lo que pudo traducirse en que habría sanciones por no vacunarse, como multas o limitaciones a la libertad de movimiento. cuanto menos pesado sea para un individuo hacer algo que prevenga el daño a otros, y cuanto mayor sea el daño prevenido, más fuerte será la razón ética para imponerlo. Quedó claro finalmente que estar vacunado reduce drásticamente el riesgo de dañar gravemente o matar a otras personas.

Grande sacrificio implicó la tragedia de la muerte, de la limitación de tantos y tan valiosos derechos, pero el sacrificio debió haber valido la pena; si nos hubiéramos vuelto más solidarios, con mayor conciencia y ética Universal, las compras al mayor precio de las vacunas de moderna no se pueden justificar ni por ingenuidad, ni por ser malos negociadores, ni por corrupción ni por convenios soterrados de Colombia con los verdaderos tiranos del poder del capitalismo salvaje. Pareciera que ni porque resucitaran todos los muertos de la pandemia y nos reprocharan nuestros malos comportamientos frente a lo público, podríamos alcanzar a reaccionar.