Carlos Eduardo Amézquita
Con esta alarma del Coronavirus que se desplaza a pasos agigantados por todo el Planeta, “como Pedro por su casa”, causando pánico y muertes, queda uno como “asustao”. Incluso este “avichuchito” viaja en avión, o en el buche de pájaros, entre las moscas, mosquitos, y cuanta bacteria anda suelta por ahí…sobrevolando el firmamento ¡Alma Bendita!
Las autoridades y los medios continúan insistiendo en “un cambio de cultura”, lo llaman, proponiendo la obligación de “cambiar y/o modificar” nuestras prácticas sanitarias/cotidianas, y lavarse las manos y dedos. Los más drásticos recomiendan hacerlo cada 20 minutos; otros c/4/horas/; los más tolerantes y relajados, cada 2/días, en fin.
Un indigente, por ejemplo, que permanece en la calle, y es portador potencial del “corona” asiste a un baño decente y adecuado, c/7 ó 9 semanas…uf!
Pero repasemos Historia: La particular conformación de manos y dedos de los humanos, representan, estructural/mente/la actitud/ de un ser amable y sociable, que siempre ofrece sus manos para saludar. Consciente de su misión, este las protegió y desarrolló /articular/mente/ para empuñar armas, golpear a otro, y para amar al sexo complementario.
Pero y entonces ¿de dónde vienen las manos? Es una pregunta sin respuesta, como en todo “lo humano”.
Los más científicos afirman que son una construcción social e histórica. Los más escépticos pregonan que se trató de una coincidencia: igual pudo haber desarrollado los ojos o las orejas, y simplemente seríamos seres con “sólo cabeza-ojos-sin boca-sin nariz”, y respiraríamos por los oídos simultáneamente o por la misma boca, en fin… En realidad, estamos mejor asi, como estamos.
Coletón: Por allá en los setentas “El Puma” nos cantaba: “Agárrense de las manooossss!!” …Cómo cambian las cosas, así somos.