La Nación
¡Llegó San Pedro! 1 18 abril, 2024
HUILA

¡Llegó San Pedro!

Albeiro Castro Yépez

 

La celebración de la solemnidad de San Pedro se percibía como un suceso propio de la religiosidad, instituido como un reconocimiento a la creación de la iglesia católica, credo que lo considera como su Santo Patrón, siendo el Vaticano su habitual casa. Resulta oportuno recordar que, el origen de la fiesta en honor a San Juan se relaciona con acontecimientos de la época antigua, tipificando que las del  Huila datan desde la época prehispánica.

Por alguna razón, siempre se ha dicho que las fiestas del San Juan se celebraban con mayor devoción y diversión en el campo, o zona rural como se le reconoce actualmente, mientras que las de San Pedro cobraban mayor relevancia en los centros urbanos, entre ellos Neiva, versión documentada magistralmente en el Tomo 4 de la Historia Comprehensiva de Neiva.

Quienes  vivimos en el vecindario de la Plaza de San Pedro recordamos como para las calendas de junio encerraban el lote ubicado en la carrera Segunda entre calles Cuarta y Quinta, sitio conocido como la “Plazuela de San Pedro”, reconociendo su importancia en el equipamiento urbano de la ciudad, unas veces como galería, otras como terminal de transporte, actualmente soporta la escultura Luna Roja, como un importante monumento del Museo a Cielo Abierto denominado Ciudad Villamil.

El encierro se realizaba con guaduas, determinando claramente los escenarios para la fiesta, por ejemplo, se construían corrales para novillos y para cerdos, entendiendo que los cerdos salían con destino al sacrificio para la preparación del asado huilense, mientras que los novillos, se traían el día anterior a la corraleja, o al toreo cuando los organizadores programaban cartel.

El redondel de la plaza se tapizaba con arena, delimitándolo claramente con la contrabarrera y los burladeros, desde luego el tendido o palcos, incluido los sitios para el presidente de la corrida y la banda de músicos infaltable en los eventos taurinos. Esta formalidad se descartaba cuando los organizadores no incluían cartel, entonces el redondel solo se utilizaba para la corraleja, los novillos y en ocasiones vaquillas que eran lidiados por espontáneos que al calor de los tragos se envalentonaban para entrar al ruedo. En ocasiones se presentaban heridos, rápidamente atendidos por voluntarios que lo transportaban en una carreta de tracción animal hasta el Hospital San Miguel, ubicado a tan solo tres cuadras de la Plazoleta de San Pedro.

El redondel también prestaba otros servicios para la diversión de la comunidad, como por ejemplo, la vara de premio, el marrano enjabonado, la carrera de encostalados, pero el que mayor asistencia lograba era la despescuezadura de gallos, a la gente le gustaba, se sentía la emoción, los gritos y el consumo del licor, algunos con mayor conocimiento de la actividad realizaban apuestas al jinete de sus preferencias, el ganador lucia el pescuezo del gallo como su trofeo.

El redoblar de las campanas anunciaba que pronto iniciaría la misa de vísperas, se suspendía la música, y solo se escuchaban las altisonantes voces y gritos de los borrachitos. Al finalizar la liturgia se daba inicio a la quema del castillo, un acontecimiento que despertaba el ánimo de todos los asistentes, abuelos y nietos se maravillaban con el espectáculo luminotécnico, pero también les asombraba los estruendos de los voladores de anuncio, era el momento de encender la petromax y por supuesto las velas de cebo, el entusiasmo emanaba de la banda que ponía a don Raimundo y todo el mundo a bailar.

Ya en la modernidad a la Plazoleta de San Pedro se le marchitó como el escenario de la fiesta, pue allí, no se realiza ningún evento de la programación oficial de las fiestas de San Juan y de San Pedro; hoy tan solo se le reconoce como un organizador vial, subsisten dos vestigios, la Capilla y el terminal de los mixtos, o chivas como se les conoce popularmente.

En los centros poblados de San Luis y Fortalecillas también se celebraban las fiestas de San Pedro, tradicionalmente se realizaban las cabalgatas con paradas en las tiendas y cantinas, como se le llamaba en la época a los expendios de licor, sitio donde amigos y compadres tertuliaban, retándose muchas veces a participar en las apuestas de la descabeza dura de gallos, como también a incursionar a la corraleja, igualmente respetando la celebración de la misa de vísperas y la tradicional quema del castillo, que daba inicio a la verbena popular.

La llegada del San Pedro despierta la alegría del opita, la euforia para el baile y el apetito para le ingesta del asado huilense.