Píter Bonilla Díaz
Esto se va a dirimir entre los sectores con sus candidatos presidenciales de izquierda y de derecha. Ya no es como en pretéritos tiempos cuando el bipartidismo liberal-conservador y los aspirantes de unos grupúsculos también de bandería sin ninguna opción, competían por la jefatura del estado.
Lo produjo el fenómeno de la desaparición de los principios ideológicos de las colectividades llamadas “históricas”. Por lo que el expresidente Carlos Lleras Restrepo, creara en el lenguaje político la palabreja “clientelismo”. Proclive sistema para que los gobernantes recibieran el incondicional apoyo de la dirigencia palaciega. Y que terminara en la más aberrante corrupción oficial.
Antes del fallido proceso de paz de Juan Manuel Santos Calderón, el comunismo era casi inexistente en Colombia. Su resurgimiento que se produce como por encanto. (Mejor lo llamaría desencanto), aparece con el implícito impulso que Santos le da a la guerrilla y que el liberalismo, que ha abrevado en las canteras de la izquierda, se confunde con la extrema. La misma que identifica al comunismo. Y en la que se halla Gustavo Petro Urrego, hoy visible candidato por esa tendencia para la sucesión del presidente Iván Duque Márquez. A quien deberá confrontar un genuino intérprete de la derecha. Que tenga formación de estadista. De reconocido carácter, valor, energía. Condiciones indispensables para el ejercicio de la autoridad y el orden. Y que precisamente hacen parte del espíritu conservador en su forma de ser y en la filosofía partidista. No en la de ahora, que de eso no queda sino el recuerdo y en los anales de la historia colombiana.