El país llegó ayer oficialmente a la nefasta cifra de los 100.000 muertos por el coronavirus, a 15 meses y medio de la llegada de la enfermedad. El dato representa, claramente, toda una tragedia, por cuanto esos 100.000 fallecidos eran abuelos, padres, tíos, hijos y hermanos, miembros de un hogar, de una empresa, de una comunidad.
La dolorosa cifra muestra además una realidad: la amenaza que desde un principio representó la pandemia para la vida y salud de los colombianos, a pesar de que muchos le restaron importancia. Cómo no olvidar cuando algunos asociaron el virus a una “simple gripita”.
Hoy, el país escala a las 100.000 muertes en un momento demasiado crítico. A pesar de que se lleva a cabo el plan nacional de vacunación, el tercer pico de la pandemia sigue cobrando numerosas vidas a diario. La estela de entre 500 y 600 fallecimientos y casi 30.000 contagios cada 24 horas es verdaderamente estremecedora.
Lo más tenebroso es que según los expertos, estas cifras no se van a detener y es probable que empeoren, ya que ellas son consecuencia de las aglomeraciones producto de las marchas y manifestaciones sociales que vivieron las ciudades entre mayo y este mes de junio.
Si bien la vacunación es en estos momentos una gran esperanza, es urgente que las medidas de protección del virus sean tomadas en serio como el uso correcto del tapabocas y el distanciamiento social. A toda costa hay que evitar las aglomeraciones.
Con preocupación, en el caso de Neiva y los diferentes municipios del Huila, estamos registrando que los ciudadanos dejaron de lado, lamentablemente, los protocolos de bioseguridad.
Las autoridades municipales no pueden hacerse las de la ‘vista gorda’ frente a lo que está pasando, por lo que están llamadas a abogar por la responsabilidad e insistir en las medidas de protección.