No me refiero a la cantidad de complejos que aparecen en la vida de muchos seres humanos. Los complejos son la combinación de ideas, tendencias y emociones inconscientes, generalmente adquiridas en la infancia, que influyen en la personalidad y conducta del individuo. En este artículo me quiero referir a los llamados complejos de Edipo y de Electra. El primero atribuido al estudio que hace Freud en el desarrollo de la personalidad masculina y el otro a Carl Gustav Jung, en el mismo sentido pero aplicado a la mujer. De alguna manera el varón que al enamorarse de una mujer, busca en el inconsciente a una madre no a una esposa; pues el amor de madre está fijado en el mismo; al casarse siente una especie de frustración, pues al no encontrar en su esposa a una “madre”, entra en conflicto con ella. El proceso de ajuste como pareja es muy complicado. No es raro encontrar en algunas parejas una especie de frustración, lo cual puede llevar a la destrucción del matrimonio. Niños mimados con madres proteccionistas, llevan a formar una personalidad endeble y dependiente. Son varones que pierden su identidad y su autonomía, pidiendo la aprobación de su cónyuge hasta para comprar la ropa interior.
El fenómeno opuesto al del varón, se llama complejo de Electra. Una chica al buscar a su consorte, busca inconscientemente a un hombre que sea como su padre. En el fondo no busca a un esposo, busca a un “padre”. El ambiente propicio para formar la madurez afectiva se da en un hogar estable en donde los papeles del padre y de la madre, siguen las normas de la ley natural que está grabada en el corazón de todos los hombres. Cuando el hombre va en contra de la naturaleza, atenta contra sí mismo y por eso vienen las frustraciones, las patologías síquicas y los conflictos sociales. La familia marca lo bueno, lo malo y lo feo de una persona. Por eso, procrear es un acto de altísima responsabilidad. Procrear al margen de una unión estable es negarle al hijo el derecho natural de tener una familia. El hombre camina hacia su propia destrucción desviando a su capricho mezquino las leyes de Dios. El hombre resulta víctima de su propio invento cambiando el curso de la naturaleza.
Otro complejo que aparece especialmente en los varones, es el llamado “demonio meridiano”. Dentro de un colectivo cultural machista, sólo se cree ser “macho” cuando se relaciona genitalmente. Hay varones que tienen mentalidad de “semental” y solo miden su “hombría” a través de su genitalidad. Entre los cuarenta y cincuenta años, quieren medir su capacidad de conquista -que creen haberla perdido-, haciéndole una “jugada” a su mujer. De ahí que se dan largas a ciertas “experiencias” para constatar su virilidad. Olvidan que la sexualidad es mucho más que la genitalidad y que siendo la genitalidad muy importante en la relación de pareja, es mucho más importante la riqueza de la sexualidad, con la multiplicidad de sus manifestaciones. Reducir el amor a un acto fisiológico es mutilar el amor. Pobre hombre cuando limita su identidad a un acto genital. Su visión es tan miope que mañana por un accidente perderá todas las esperanzas de la vida.
*Obispo de Neiva.