La Nación
COLUMNISTAS

Los ciegos que no quieren ver

Como en el dicho popular, “el peor ciego es el que no quiere ver”. Es lo que está pasando con los contradictores del proceso de paz. No aceptan absolutamente nada, es una contradicción sistemática, absoluta, sin derecho a réplica. Una oposición ciega.

El acuerdo sobre el asunto agrario es lo que llaman “un gana-gana”. Favorece a todas y a todos. Es la oportunidad de imponer criterios de equidad en lo relacionado con la estructura de la propiedad de la tierra rural. Sin despojar a nadie. Tampoco para expropiar. Sí, para entregarla a sus legítimos dueños y lograr que la tierra se utilice adecuadamente. Y con el objeto de que los desposeídos, los que la trabajaron pero nunca tuvieron la oportunidad de poseerla como dueños, reciban esa compensación del Estado. La tierra baldía debe entregarse a los aparceros, a los auténticos colonizadores, a los campesinos desamparados y pobres. Es hacer lo que no han dejado realizar desde 1936, cuando López Pumarejo. Tampoco dejaron a Lleras Restrepo.

Desde luego hay mucho más. El sector rural acumula una pobreza extrema enorme, la más alta del país, del 80%. Inaudito. En el campo está la guerrilla, las bacrim que son los paramilitares de ayer, los cultivos ilícitos, los laboratorios que producen cocaína, los despojos y su secuela de desplazados, el marginamiento total. ¿Cómo no asumir, por fin, responsabilidades?

Dicen que el Estado y sus representantes legítimos no pueden dialogar con la guerrilla, que es subversiva y delincuente, que mata, secuestra y trafica cocaína. Eso es cierto. Pero entonces, ¿cómo se hace para lograr que termine el conflicto violento? Vale la pena preguntarle a los dirigentes del Centro Democrático, que son los más recalcitrantes impugnadores, ¿cómo hicieron para lograr acuerdos con

los paramilitares? No sería haciendo diálogos con las OGN de Derechos Humanos. Fue hablando con los propios jefes paras, Mancuso, Jorge 40, Don Berna, los Castaño y compañía.
En el gobierno anterior, durante 8 años, se trató de destruir a la guerrilla por la vía militar. El país acompañó al doctor Uribe en ese propósito y se lograron importantes resultados. Disminuyó el poder de combate de la guerrilla, la sacaron de muchas regiones, fueron dados de baja algunos de sus principales cabecillas, muchos guerrilleros desertaron, se logró una mayor situación en materia de seguridad, no sin errores, abusos y equivocaciones, pero esa es otra discusión. No obstante, no se acabó con la guerrilla. Ahí está, “vivita y coleando”, con capacidad de combate, haciendo daño.

¿Por qué no hacer un esfuerzo y entre todos los colombianos logramos un acuerdo definitivo? Pensemos en lo que será Colombia sin Farc y sin Eln. Un gran triunfo: tranquilidad, convivencia, desarrollo, mayor inversión, mejoramiento económico, realizaciones sociales, infraestructura, mejor democracia.

¿Si no hay acuerdo, ¿quién va a responder por los 20.000 asesinatos de aquí al 2.023? ¿Quiénes responderán por los 50.000 mutilados? ¿Quién va a poner la cara por los 800.000 nuevos desplazados? No más carreta. Queremos la paz