Cuando se mira el mundo desde lo alto, volando sobre las nubes que tienen distinta apariencia dependiendo de la altura, comprendemos cuan precioso es el planeta que habitamos, y la importancia de cuidarlo como una creación maravillosa en la que todos los elementos deben estar equilibrados: La tierra, el agua y la atmosfera. Cuando se mira el mundo desde lo alto, volando sobre las nubes que tienen distinta apariencia dependiendo de la altura, comprendemos cuan precioso es el planeta que habitamos, y la importancia de cuidarlo como una creación maravillosa en la que todos los elementos deben estar equilibrados: La tierra, el agua y la atmosfera. En los nuevos automóviles (que vistos desde el espacio se mueven como hormigas inquietas) los fabricantes van incorporando cada día mayores avances tecnológicos para evitar que contaminen la atmosfera con los gases de la combustión. La nueva ley del consumidor (para los próximos 30 años, como el viejo estatuto del consumidor) establece que los consumidores deben “cumplir con las normas sobre reciclaje y disposición de desechos de bienes consumidos”. La Superintendencia de Industria y Comercio, que parece un trasatlántico o un portaviones de tantas herramientas que tiene para defender los derechos de los consumidores y para hacerles cumplir sus obligaciones, tiene un papel fundamental para evitar que esta disposición de la nueva ley se convierta en letra muerta o en una carta al Niño Dios. Entres sus facultades administrativas, la Superintendencia tiene en primer lugar la de velar porque se cumplan las disposiciones de la nueva ley del consumidor, adelantar las investigaciones del caso e imponer las sanciones que correspondan, que ahora pueden ser multas hasta de 2000 salarios mínimos mensuales, el cierre de establecimientos comerciales o la prohibición de vender ciertos productos. Haciéndole competencia a las demás autoridades relacionadas con la defensa del medio ambiente, la Superintendencia de Industria y Comercio podrá interrogar a cualquier persona o practicar visitas para establecer si los consumidores están cumpliendo el deber de no contaminar el medio ambiente cuando llevan su vehículo a los talleres para que les cambien las llantas, filtros o el aceite quemado, que si se tiran en un lote o se vierten en la alcantarilla tienen consecuencias nefastas para el mundo. Si los consumidores no pueden disponer alegremente de los desechos de su vehículo, los concesionarios, talleres y chiveras están en mora de poner un aviso diciéndoles que utilicen sus servicios, por que allí se cumplen los estándares ecológicos y no se daña el medio ambiente.