En unos casos para bien y en otros para mal, los medios masivos de comunicación – TV y Radio principalmente – dominan el escenario de comunicaciones en el mundo globalizado. Han llegado a adquirir tanto poder que casi todo depende de la publicidad que estos difundan. La ropa que usamos, los alimentos que consumimos, los productos de belleza que usamos, los muebles que compramos, la marca del vehículo que utilizamos, las publicaciones que leemos, el cine que vemos y hasta las medicinas que nos recetan, etc. dependen de lo que la publicidad promocione. Sin exagerar, se puede decir que la publicidad hoy todo lo manipula. Casi todo lo bueno o lo malo que está a nuestro servicio, ha sido porque la publicidad nos ha inducido a comprarlos y utilizarlos. Así, la voluntad de mucha gente está siendo doblegada por los intereses económicos de los productores de bienes y servicios que encontraron en la publicidad la forma de penetrar en los gustos, inclinaciones y costumbres de las personas. Por la publicidad la sociedad consume lo que a los productores y comercializadores le interesa, que no es, muchas veces, lo que al consumidor le conviene. El poder de la publicidad y los medios se ha tornado avasallador. Muchas veces para impulsar el mal, como lo fue el caso la telenovela de pandilleros que estuvo hace algún tiempo pasando la TV, cuando miles de jóvenes encontraron en ese programa una escuela del pandillismo. Los medios de comunicación, tanto construyen como destruyen. En Colombia, en muchos casos, no se utilizan para construir una mejor sociedad. Parece que solo está destinada a satisfacer intereses económicos de los dueños del capital. Si se utilizara para combatir el mal, la labor de los medios sería definitiva para inducir a la juventud a no consumir sustancias psicoactivas, a no formar parte de pandillas, a respetar y proteger los derechos de las mujeres, los niños, los ancianos y minusválidos, a formarse en la cultura ciudadana y a aprender a convivir con los demás, etc. El gobierno, debería valerse de los medios para adelantar campañas permanentes de educación en esos y otros valores. Si es tan avasalladora la publicidad para influir en los gustos consumidores de la gente, ¿por qué no lo puede serlo, también, para formar a la juventud en las buenas costumbres, en prevenir y combatir tantos males sociales, como los mencionados, que cada vez hacen más invivible a Colombia?