Luz Marina y Luz Perla, son dos artesanas neivanas que realizan de manera artesanal pesebres de distintos precios y tamaños. Según ellas, además de ser parte de su sustento durante esta época decembrina, también ayudan a preservar las tradiciones navideñas en los hogares de la ciudad.
María Alejandra Ruiz Mallungo
@amperiodista
Hace más de 2.000 años, según historiadores, en un humilde pesebre en Belén, nació un niño envuelto en pañales, Jesús. Junto a sus padres y rodeado de animales, se convirtió en el símbolo de la esperanza y el amor inquebrantable para el mundo. Este acontecimiento, que ha marcado la vida de los creyentes católicos a lo largo de generaciones, ha sido representado de diversas maneras, especialmente a través de los pesebres, que emulan la tradicional escena del nacimiento del Hijo de Dios.
La palabra “pesebre” tiene su origen en el latín ‘praesēpe’ y su representación fue popularizada por San Francisco de Asís, el santo de la humildad y la pobreza, quien en la Navidad de 1223 creó la primera representación en el pueblo de Greccio, Italia. Desde entonces, esta tradición ha perdurado, adaptándose y evolucionando en diferentes culturas y comunidades.
En la Plaza Cívica Los Libertadores de Neiva, Luz Marina Olave, trabajadora del local de artesanías ‘Jimmy Rodríguez’, se dedica a la creación de pesebres. “Primero comenzamos con la maqueta, luego elaboramos las casitas, y a partir de ahí, se van pegando las figuritas y decorando. Finalmente, ya están listos para salir a la venta”, explica. La iniciativa de vender pesebres nació de su esposo, quien hace 25 años comenzó a ofrecer casitas de cartón y hoy en día trabaja con madera y cartón. Para Luz, hacer pesebres es más que un trabajo; es una tradición y una devoción que busca llevar alegría a los corazones de los neivanos. Los precios de las creaciones varían entre 25 mil y 200 mil pesos, dependiendo del tamaño y los elementos incluidos. “Hasta ahora, nos ha ido bien en las ventas, además de preservar la tradición”, asegura.
Por su parte, Luz Perla Gonzáles Pimentel, una de las artesanas más antiguas en este oficio, lleva 38 años dedicándose a la elaboración de pesebres. “Comienzo a trabajar en ellos desde Semana Santa. Yo misma elaboro las casitas y, a mediados de octubre, comienza a llegar la mercancía que pido para decorar”, comenta. Su trabajo no solo ha sido una fuente de ingresos para ella, sino también una oportunidad de empleo para unas 20 personas, contribuyendo al sustento de muchas familias en la región.
Ambas artesanas comparten un mensaje de esperanza y alegría en estas festividades. “Deseo a todos una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo”, expresa Luz Perla, invitando a la comunidad a visitar la Plaza Cívica para admirar y adquirir las artesanías. “Todo es artesanal y aquí los invitamos”, concluye.
Así, la tradición del pesebre sigue viva en Neiva, además de ser el adorno perfecto al lado del árbol de navidad, ayuda a recordar el verdadero significado de la Navidad: la esperanza, el amor y la unión familiar.