La Nación
COLUMNISTAS

Los presos también son víctimas

Los presos en Colombia también son víctimas, muchas veces de ellos mismos por los delitos que cometieron y otros victimas del estado por una privación injusta de su libertad, quienes  inocentes de toda culpa y después de  un tortuoso proceso penal recobran su libertad para encontrar en muchos casos un panorama deprimente, hogares destruidos, empresas embargadas, abandonadas, familiares enfermos o hasta muertos, y que está haciendo el estado por estas víctimas a quienes se les ha dado el nombre de presos?. Parece que muy poco, casi nada y es que ya desde hace más de un siglo, en 1895, escribía DURKHEIM: “el criminal es una especie de elemento parásito, de cuerpo extraño e inasimilable introducido en el seno de la sociedad”. Existe un profundo escepticismo hacia la doble labor encomendada por mandato constitucional a la Institución Penitenciaria: por una parte retener-castigar, y por otra, reeducar y reinsertar a los individuos. ¿Es el encierro por sí mismo aleccionador o sólo contribuye a la despersonalización de los que lo sufren? ¿QUIÉNES están encarcelados?, ¿cómo son? Se trata de personas, muy diversas entre sí, que han cometido un acto que nuestro Código Penal señala como delito, causando daño a una persona, y ante el que un juez estima necesario aplicar medida de prisión. La prisión en Colombia, tiene una función típicamente PENAL: retribución y castigo del condenado, prevención general o ejemplo disuasorio para los ciudadanos y protección para la sociedad al aislar a los criminales durante un periodo de tiempo. Y quienes son estas víctimas que diariamente viven Incertidumbre y desasosiego ante la situación penitenciaria, desmotivación, pasividad y abandono físico y psíquico, soledad pese al hacinamiento, e incapacidad para valorar el lado positivo de estar sólo, en ocasiones reducción de la red de apoyo externo, falta de conciencia de sus problemas y de empatía, tendencia a la simulación y a la justificación, ausencia de control de su propia vida y ausencia de expectativas de futuro, tráfico de psicotrópicos al interior de la celda, impermeabilidad aparente, ya que bajo internos aparentemente fríos, duros, con “caparazón”, hay internos vulnerables y frágiles, rabia contenida por el miedo latente que se vive en este “microambiente de riesgo” que conlleva la convivencia carcelaria y a la impotencia que sienten ante la ausencia de control de su propia vida, conformidad grupal y autoafirmación agresiva, como mecanismos de supervivencia, asunción del delito como realización “laboral” alternativa, alteraciones afectivas: depresión, ansiedad, sumisión, desconfianza; ausencia de vivencias de ser valorados o aceptados (más allá de su grupo de iguales y fuera de sus actividades ilícitas).