A raíz del nacimiento del Frente contra el Terrorismo, se le volvió un enredo la vida a esa gran mayoría de políticos y de ciudadanos, que sin dejar de ser uribistas ahora se declararon santistas.
A raíz del nacimiento del Frente contra el Terrorismo, se le volvió un enredo la vida a esa gran mayoría de políticos y de ciudadanos, que sin dejar de ser uribistas ahora se declararon santistas. Lo que sí se debe reconocer es que los uribitas-santistas dejaron de ser furibistas, es decir aquellos individuos que niegan toda evidencia de problemas graves del gobierno anterior y se apegan a sus éxitos. Trataron de volverse más objetivos pero ahora se les puso el dulce a mordiscos, como se dice popularmente. Llegó la hora de las definiciones no solo para los congresistas sino para todo el país.
La primera víctima es la famosa Unidad Nacional, gracias a la cual el Presidente Santos sacó todo lo que quería en el Congreso, hasta tumbar la misma reforma a la justicia que promovió hasta el último momento. Con la arrogancia que lo caracteriza, el ex Presidente Uribe armó la grande: una declarada oposición a quien fue su preferido para sucederle en la Presidencia de Colombia. Una oposición liderada por algunos personajes cuestionados, como José Obdulio Gaviria y el ex Ministro Londoño; una oposición mal definida como de centro, como lo explica claramente Rudolf Hommes en su columna. Y lo más serio, una oposición con el propósito de debilitar un gobierno que se encuentra en un momento difícil donde históricamente los expresidentes, con algunas excepciones, tratan de rodear al mandatario de turno para defender la democracia.
Cuáles son las posibles salidas de los uribistas-santistas. La primera y la más inútil, será tratar de recomponer las relaciones entre el ex presidente Uribe y el Presidente Santos. Esa sería la situación ideal para ellos pero es absolutamente imposible, por lo menos por ahora. Se están abriendo, desde hace tiempo, unas heridas que no se cierran fácilmente, no solo en el ámbito personal sino político. Debilitar la imagen presidencial, su poder, frente a las Fuerzas Armadas, en momentos tan álgido del conflicto con los grupos al margen de la ley, es un agravio mayúsculo no solo al poder presidencial sino al país. Y esto, los verdaderos demócratas deben rechazarlo con fuerza.
La segunda es evaluar los beneficios presentes de estar en la coalición de gobierno frente a los posibles pagos en un futuro incierto. En blanco y negro, tienen que evaluar puestos versus promesas, luego los que piensen en esto, se quedarán con Santos. Y la tercera, que debería ser la que los ciudadanos esperarían de su clase política, su decisión partiría de una evaluación sobre lo que le conviene más a la democracia colombiana. Nada de puestos y prebendas pero eso es demasiado pedir para una clase política cuyas mayorías han demostrado con creces que primero están sus ambiciones personales y muy pocas veces, el interés nacional.
Lo interesante es que esta es una nueva prueba de fuego para los congresistas que no han dejado de estar en el ojo del huracán. Se les medirá el aceite sobre sus verdaderas intenciones personales y políticas. Ojalá analicen seriamente esta nueva circunstancia de cuya decisión personal dependerá también su futuro. Que no crean que a la ciudadanía se le olvidó el cobre que pelaron recientemente y sus pecados anteriores. Ya la ciudadanía empezó a tener memoria y no se le olvidará el camino que tomen frente a esta encrucijada.