Fermín Beltrán Barragán
Plantear que vamos hacia una sociedad del conocimiento puede resultar un poco arriesgado toda vez que el conocimiento en sus distintas formas ha sido parte y motor de la evolución humana, a mi modo de ver no podemos hablar de sociedades sin conocimiento, por consiguiente, somos una sociedad que tiene la capacidad de acelerar su evolución.
Los humanos tenemos la facultad de conocer, de comprender por ejemplo que hay plantas saludables y plantas venenosas, y de poder trasmitir ese conocimiento a otras personas para que no tengan que experimentar el mismo aprendizaje sino para que lo apliquen y salven sus vidas, si no se trasmite ese saber, el mismo puede resultar irrelevante.
En tiempos pasados la transferencia del conocimiento se hacía básicamente por medio oral a través de la memoria humana, luego con la invención de la escritura se dio un gran paso que hizo posible acumular y divulgar saberes, más adelante la imprenta fue la gran revolución que hizo posible la divulgación rápida y a muchos destinatarios de los escritos literarios, de las historias y de las piezas científicas. Finalmente, la tecnología digital ha logrado que todo se almacene y pueda ser compartido en línea y a gran velocidad.
Hoy estamos deslumbrados por la cantidad enorme de conocimiento, a un individuo le resulta imposible gestionarlo a pesar de los métodos creados para investigar y generar el saber científico, para almacenarlo y para administrarlo. Bajo el concepto de gestión del conocimiento se han extendido las fronteras de los círculos académicos y el conocimiento empieza a estar en la agenda de los gobiernos, de las empresas, de las organizaciones y de una variedad ilimitada de gestores, toda vez que se ha entendido que es el gran factor del desarrollo humano.
Un aspecto fundamental para el incremento de la gestión del conocimiento es lograr la organización de las bases de datos actualizadas de investigadores, semilleros y grupos de investigación y crear los medios para su interconexión, la divulgación permanente de sus productos y la articulación a la innovación, el emprendimiento y el fortalecimiento empresarial y social. Esto puede hacer que el conocimiento aumente su utilidad más allá de la de la experiencia del investigador y contribuya mucho más a la transformación social y productiva de las comunidades.
De esta manera, dado que el conocimiento está orientado a la solución de la inmensidad y diversidad de problemas de la humanidad, conocer por conocer es importante, pero trasmitir y aplicar lo conocido es un hecho trascendental. Para ello es fundamental enseñar a pensar, a gestionar, a innovar, a solucionar problemas, incrementar los grupos de investigación, los semilleros de innovadores y de emprendedores, los grupos de discusión permanente y los clubes de ciencia, todo esto para seguir fusionando al “homo sapiens” con el “homo faber”, es decir al hombre que piensa con el hombre que fabrica, de la mano de esos seres dedicados a la investigación y a la transformación del mundo.