Una gran paradoja vivió el país durante el fin de semana con la Fiesta de Independencia del 20 de julio en medio. Un héroe que se consagró en las frías montañas alpinas como el nuevo ídolo de la Nación, autor de la más grande gesta del ciclismo colombiano en su historia y acumulando lo que incluso ningún otro pedalista del mundo había logrado: subcampeón, mejor novato y mejor escalador.
Tal alegría nacional se confundió con el dolor de la pérdida cruenta de otros héroes, en total 19 militares que cayeron tras un terrible ataque en Fortul, Arauca, con saldo de 15 uniformados muertos y 4 más cuando frenaban la toma de las Farc al Doncello, Caquetá.
Los muchachos asesinados en Arauca estaban desarmados y con la guardia abajo en el momento en que un grupo de 80 guerrilleros de las Farc los atacaron. Terrible saldo de una guerra que, se acordó, seguiría tronando mientras se discute su final en La Habana.
Lo de Nairo Alexánder Quintana Rojas, campesino boyacense de apenas 23 años de edad, quien lleva solamente un año en la categoría del ciclismo profesional, tiene todos los ribetes de una hazaña deportiva del más alto nivel, superior a todo lo alcanzado por quienes seguramente eran sus ídolos como Lucho Herrera, Fabio Parra o Cochise Rodríguez. Baste decir que Nairo subió el domingo en París cuatro veces al podio, más que cualquier otro competidor, y dejó un record difícil de igualar – justamente en los 100 años de la carrera ciclística más importante del mundo, y la más despiadada – ganar el título de mejor novato, ser campeón de montaña y apenas por poco más de 4 minutos ser subcampeón general. Ninguno lo había hecho antes en el planeta de las bielas.
Y la trayectoria de Nairo se parece – cómo no – a la de la mayoría de nuestros otros héroes deportivos. Pambelé, Cochise, Lucho, María Isabel Urrutia, Rocky Valdés, el Pibe Valderrama y tantos otros que salieron de calles polvorientas, de montañas con carreteras destapadas y empinadas, de pueblos donde las expectativas de futuro terminaban en el bachillerato, en donde las virtudes deportivas se convertían en meras ilusiones truncadas por la falta de apoyo estatal o privado. Y Nairo salió de allí, de un pueblito boyacense, Cómbita, en el que ir a la escuela le implicaban 36 kilómetros diarios de ida y vuelta.
Y así comenzó su carrera, en una vieja cicla de su padre, remplazada luego por otra de mejor categoría. Esos son nuestros campeones, hechos a pulso, descubiertos por accidente por algún entrenador o promotor, educados en las condiciones más adversas, lo que de paso les templa el carácter y los prepara para las condiciones más difíciles y por ello no se amilanan ante el peligro ni ante las adversidades, y los golpes entran a hacer parte de su vida diaria.
Nairo entró a la historia de la forma más espectacular. Y apenas está comenzando, favorablemente en un equipo grande, de nivel mundial, que sabrá acompañarlo y cuidarlo para que no pierda el norte ni se deje embriagar por este éxito tan temprano.
“Nairo entró a la historia de la forma más espectacular. Y apenas está comenzando, favorablemente en un equipo grande…”
Editorialito
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