Las negociaciones de paz entre las Farc y el gobierno del presidente Santos están llenas de incoherencias y esas incoherencias tarde o temprano las llevarán al fracaso. El gobierno de Santos ha querido negociar en medio de la guerra y se ha negado a discutir un cese bilateral de hostilidades, bajo el falaz argumento que esto le daría ventajas militares a la guerrilla. Casi diariamente el ministro de defensa habla por todos los medios diciendo que las Farc son una organización criminal de narcotraficantes, terroristas, bandidos e infames, que no cumplen sus compromisos y no quieren la paz. Su discurso es el mismo del ex presidente Uribe, que anda haciéndole oposición a Santos, entre otras razones por haber iniciado negociaciones de paz con la guerrilla. Si esto es así, entonces ¿para que el gobierno, del que el ministro hace parte, negocia con esta organización? El presidente Santos dice que alcanzará la paz por las buenas o por las malas. El presidente sabe que por las malas no se ha podido alcanzar la paz en 50 años de guerra irregular. Y nuevamente se le debe preguntar ¿si no está el gobierno dispuesto a ceder un poco y si su pensamiento es el mismo del expresidente Uribe, para que esta payasada de negociaciones? Por su parte las Farc parecen hoy más interesadas en demostrar que es el gobierno el responsable del poco avance de las negociaciones, dado que a todas sus propuestas les ha dicho que no. Incluso se podría pensar que su ala radical, procura una justificación para el rompimiento de los diálogos y la continuidad de la guerra. Ellos aún no han entendido que con todas las imperfecciones, injusticias y talante reaccionario del poder en Colombia, esta es una democracia y en las actuales circunstancias internacionales y nacionales, una democracia no será derrocada por una guerrilla sindicada de vinculaciones con el narcotráfico, de violaciones a los derechos humanos y de una práctica permanente del secuestro. Las encuestas muestran que más del 90% de los colombianos desprecian la guerrilla. Colombia es un país de una clase media cada día más numerosa que quiere un régimen político estable y que rechaza los modelos estatistas que sólo beneficiarían al 20% más pobre de la población. En estas circunstancias, lo que de verdad debe negociar la guerrilla son las condiciones para su regreso a la vida civil y la dejación de las armas. Las reformas podrán conquistarlas después con su accionar político. Mientras tanto su accionar militar sólo ayuda y favorece a la extrema derecha que será la única triunfante con la ruptura de las negociaciones. Porque Santos no está blindado en el actual proceso y su fracaso será el fracaso de la única propuesta audaz que ha hecho para salvar su imagen ante la historia.