La Nación
“No ha habido apoyo y nos vamos” 1 18 abril, 2024
ENTREVISTA

“No ha habido apoyo y nos vamos”

Las hermanas Natalia y Tatiana Solano, inventoras del “Aceite de Dios”, la famosa sustancia que separa el petróleo del agua, se van del Huila. “No ha habido apoyo gubernamental. Nos dicen: ‘no hay presupuesto’. El apoyo siempre lo hemos recibido más de afuera”, reconoce Tatiana, en diálogo con LA NACIÓN.

 

Jesús Antonio Rojas Serrano

editorgeneral@lanacion.com.co

 

Si hay un invento en la época reciente que ha revolucionado la industria petrolera y que ha puesto al Huila en boca de todo el mundo ese es el “God oil” o “Aceite de Dios”, una sustancia tecnológica que combate la contaminación producida por petróleo o hidrocarburos que se vierten en ríos, manglares, manantiales o reservas naturales.

Las creadoras del “Aceite de Dios” son las hermanas Natalia y Tatiana Solano. Tatiana, en entrevista con LA NACIÓN, hace una revelación que promete generar conmoción: se van, con su planta de producción, del Huila.

 

Para refrescar la memoria de nuestros lectores, ¿cómo nació el “Aceite de Dios”?

El Aceite de Dios nació de la necesidad. Hubo nueve atentados en el sector de hidrocarburos y empezamos a buscar una solución a estos derrames. Fueron más de 10 años de investigación y desarrollo. Cuando conseguimos el producto final, hicimos empresa con mi hermana y lo pudimos ofrecer a las cadenas de abastecimiento de Ecopetrol y de todas las empresas operadoras del mundo.

 

¿Qué hace el “Aceite de Dios”?

Lo que hace el Aceite de Dios es romper los enlaces del hidrocarburo y transformar los carbonos negativos a positivos. Hay un cambio de esas grasas malas a grasas buenas y el ecosistema empieza a digerir la transformación, con lo que podemos reducir esos hidrocarburos que eran imposibles de degradar en 100 años a un año o cuatro meses.

 

¿En qué emergencias, concretamente, el “Aceite de Dios” ha logrado su propósito?

A nivel nacional, hemos atendido todas las necesidades de Ecopetrol. A nivel mundial, estuvimos a principios de año atendiendo la catástrofe ambiental por la caída de crudo de un buque en los mares del Callao, en Perú.

 

¿Cómo les fue en ese país?

Muy bien, Jesús Antonio. Allá, el producto está en denominación. Senasa, el Servicio Nacional de Sanidad Agraria del Perú, ya lo codificó. Estamos ahora en pro de atender todo Perú con los derrames que se presentaron.

 

¿Fue todo una novedad?

Sí. Nosotros fuimos al Perú y además de la novedad, ha sido la gran solución. Tuvimos una tracción importante, al punto que nos dijeron literalmente: ‘vénganse ustedes; aquí lo único que sirve es el Aceite de Dios’. Fue, sin embargo, muy complejo el tema de ir y mostrar tecnología que nunca se ha usado y atender procesos administrativos frente a entidades que no sabían ni qué hacer. Nos tocó coger de la mano y apoyar a Senasa, por ejemplo.

 

Algo que se estarán preguntando nuestros lectores, ¿cómo se produce el “Aceite de Dios”?

El Aceite de Dios viene de dos grandes componentes: extractos vegetales de sacha inchi y los nano-carbonos, que son los que fabricamos a nivel químico. Al juntar estas dos materias primas, se les da unos acabados de producción, que depende, por ejemplo, si el derrame ha tocado suelo arcilloso, suelo franco-arenoso, agua dulce o agua salada.

 

¿Cómo es una producción de “Aceite de Dios”?

Nosotros tenemos baches de cada dos horas, en los que podemos sacar de 5.000 a 10.000 litros. En nuestra planta, la capacidad mensual que tenemos son 6 millones de litros. Con nosotros trabajan directamente 62 personas. Indirectamente, 27 más.

 

Frente a todo este andamiaje para producir el “Aceite de Dios”, ¿cómo les ha ido en el Huila?

En materia de apoyo gubernamental aquí localmente, no ha habido tracción. Jesús Antonio, el apoyo siempre lo hemos recibido más de afuera. Por ende, las operaciones se han tornado a estar más en Santander, Norte de Santander, Arauca y Putumayo, zonas en donde hay muchos más derrames y pérdidas de pasivos ambientales. Aquí en el Huila tenemos el cultivo y no lo podemos trasladar a cualquier región. De hecho, no ha pegado ni en la Costa, ni en los Llanos. Ya sabemos que es un cultivo amazónico, que está en el cordón de Huila, Caquetá y Putumayo.

 

¿A qué atribuye esa falta de apoyo gubernamental?

El Huila es un departamento muy sesgado a sus líneas productivas tradicionales. Y nosotros al haber llegado a innovar, sacó de configuración toda la misión de los gobiernos, de la Cámara de Comercio y del sector empresarial. Aquí en Neiva lo que se fabrica son comida, achiras, comercio y nada más. El tema de tecnología es complejo y es llegar a la parte gubernamental en donde el clúster de tecnología no lo hay. Hemos preguntando qué hay para investigación y desarrollo y nos dicen: ‘no hay presupuesto’; qué hay para áreas productivas de transformación y nos dicen: ‘no hay presupuesto’. Por esos huecos, la tracción ha sido muy poca.

 

Ante esta falta de apoyo, ¿han pensado irse de la región?

Sí. Hemos pensado en llevarnos la planta de producción con toda la transformación como tal porque el tema del cultivo si o si debe quedar en la región. La idea es irnos con la planta a Antioquia.

 

Pero, ¿hay algo más detrás de esta decisión?

Neiva tiene dos zonas industriales, una de ellas la del sur, que es una zona industrial mal distribuida en su concepción. Tuvimos problemas en el paro del 2021. En ese paro nos pararon Neiva en la entrada y quedamos más de tres meses incomunicados, incumpliendo contratos, incumpliendo de todo. A nivel de prospección productiva, la capital del Huila tampoco tiene esa visión de ser industrial o de avanzar estructuralmente. La ciudad además tiene una zona franca que no tiene agua; un lote allá es supremamente inalcanzable para este tipo de procesos y tampoco han estado acompañando, ni nunca han hecho un acompañamiento de procesos como el nuestro. Si no estamos en la mira de las apuestas productivas del Huila, nos queda muy difícil.

 

¿Qué les dice Antioquia? ¿Por qué ellos está interesados en acogerlos?

Ellos nos dicen: ‘la apuesta de nosotros es tener casi un Silicon Valley en temas de tecnología, un parque industrial en donde vengan multinacionales de tecnología a ocupar no solo espacios sino a dejar industrialización’. Una cosa es mostrar un prototipo y otra es haga de esos mil o cinco mil. Ahí es donde la tracción de la visión del departamento del Huila no aporta. Aquí estamos todavía con el tema del café, el cacao, las achiras, la piscicultura, pero de ahí no vamos a salir porque no hay más. Y no hay más no por convicción, sino por voluntad.

 

Así las cosas, ¿cuándo se irían?

Estamos validando irnos a finales del próximo año. No es fácil trasladar de un momento a otro infraestructura y todo el tema de registros, licencias y demás.

 

Si el Alcalde de Neiva, la Alcaldesa de Palermo o el Gobernador del Huila están convencidos de que ustedes son una empresa valiosa para la región y no quieren dejarlos ir, ¿estaría dispuesta a escucharlos? ¿A reevaluar la decisión?

Claro, nosotras siempre hemos estados abiertas a negociar en cuanto a tener el espacio y a asegurar una cadena de suministro. Hay lotes improductivos que podríamos nosotros coger, arrendarle al Municipio y poder desarrollar toda la apuesta productiva, con una visión a 20 años. Actualmente, cada cuatro años que cambia Gobernador y Alcalde, tenemos dificultades. Ahí hay un tema más de visión a largo plazo que impide que nosotros formemos nuestra misión en el Huila.

 

Hoy ustedes están en un terreno de Palermo, ¿por qué no se quedan ahí?

Es una finca que la arrendamos hace 8 años y se encuentra para entregar en el año 2029, pero el dueño ya nos está pidiendo el terreno. Nos toca salir en busca de oportunidades. Aquí en la zona cercana a Neiva no hay una infraestructura de 300 hectáreas para nosotros hacer todo el conglomerado como lo tenemos. Hemos buscado y a veces, encontramos terrenos de 10, 20 o 50 hectáreas. O encontramos predios lejanos, sin accesos. Ha sido una búsqueda compleja. Lo que sí sabemos es que tenemos que irnos de la finca como tal.

 

Además del “Aceite de Dios”, ¿qué otras cosas producen?

Nosotros tenemos cuatro sectores que estamos atendiendo: el sector de hidrocarburos con el Aceite de Dios; el sector industrial con las primeras plantas de tratamiento de agua contaminada de hidrocarburo para generar energía; el sector agrícola con fertilizantes y acondicionadores orgánicos; y la línea de alimentos. Esta última línea es la que tenemos activa por parte de solicitudes a nivel internacional.

 

¿Qué comprende esa línea de alimentos?

Lo que hicimos con la línea de alimentos fue empezar a generar productos que no tengan competencia, que lleguen a un mar azul completamente. Jesús Antonio, nosotros hicimos unas barras de 35 gramos, 25 de los cuales ya tienen proteína. Es un mercado que no es muy apetecido a nivel nacional porque todavía nos falta cultura, pero a nivel internacional sí. El año pasado, estuvimos en Dubái y allá se expuso todo el portafolio; para allá salimos por primera vez si Dios quiere. Y hace dos años, participamos en un concurso a nivel internacional con una filial de la NASA y quedamos de segundos a escala mundial, entregándoles unas porciones de alimentos para las misiones espaciales. Hubo un reto bien complejo que en plena cumbre de Dubái se nos dio; allá pegó muy bien el tamal, pero no el hecho de cerdo por su cultura, sino el de cordero. Nos pidieron tamales y nosotros hicimos juiciosos la tarea de robustecer la planta y sacar los registros sanitarios para empezar a enviar los tamales.

 

En este tema de los tamales, ¿cuáles son las metas?

La planta ya la adecuamos para sacar 50.000 tamales mensuales. Es una producción que a nivel industrial no se había dado. La diferencia con un tamal artesanal es que nosotros tenemos todo el tema de inocuidad y registro sanitario. Ya industrializamos un producto que tiene una tracción de demanda internacional y de salida a otros países.

 

¿No han pensado en producir miles y miles de platos de lechona?

Hay una lechona que están empacando enlatada, pero no es un mercado de tracción rápida. El latinoamericano que está en Estados Unidos u otro país quiere la lechona con su sabor típico. Estamos precisamente confeccionando el empaque, que podría ser que la persona ponga a hervir una olla de agua durante 8 minutos, meta el sobre y pueda abrir y consumir. Con el reto de la lechona, estamos tratando de quitar todos esos conservantes y preservantes que en últimas cambian el sabor y la sazón y dejan un producto duro al paladar latinoamericano.