Definitivamente la presencia del Presidente Uribe, así le duela a la cobarde envidia, no deja de ser un acontecimiento trascendental en la vida nacional, por donde se le quiera mirar, pese a todas las interpretaciones y expresiones malolientes de sus malquerientes.
Hay quienes para negar, tratar de distorsionar u ocultar la importancia y lo exitosa de la reciente visita de Uribe al Huila, inventan toda serie de artimañas electoreras, propio de quienes se dedican a ganarse el pan, no con el sudor de la frente sino con el sudor del de frente, es decir, los electores, y con ramplonerías niegan que Uribe, es hoy por hoy el personaje más importante de nuestro país.
Es un hombre con propuestas serias, conocedor como el que más de los problemas nacionales, particularmente basadas en la libertad y el orden, garantizar la libertad pero dentro del orden; es decir, la antítesis de lo que pasa en este gobierno, donde no hay libertad ni hay orden, por eso, vamos hacia lo que el presidente Uribe llamaba una “hecatombe”.
Donde hay orden hay libertad, existiendo estas dos columnas institucionales, de ahí en adelante se puede con absoluta certeza pensar en desarrollo, en confianza inversionista, en crecimiento económico para hacer inversión social, en seguridad democrática, un pueblo atemorizado como al que hemos retornado después de la tranquilidad que nos dejara Uribe, no tiene norte, naufraga porque no existe un faro orientador que genere esa confianza legítima entre los ciudadanos y sus relaciones con el Estado.
El grave problema hacia el futuro inmediato político, de quienes aspiran, ante la inminencia de la lista Uribista por fuera de esta lista, y en representación de los partidos tradicionales, con el fenómeno avasallador de Uribe, es que ven cada día más tenue su llegada al congreso, y se dedican a hacer interpretaciones inocuas e inicuas sobre los acontecimientos nacionales donde el país está pendiente de Uribe, porque hemos llegado a una situación, donde nada tiene sentido sin que se note la voz de alerta del expresidente advirtiendo la catástrofe, de continuar con este estado de cosas.
No temo creer, que fácilmente quienes aspiren al congreso en representación de los partidos tradicionales, por física impotencia en todos sus órdenes, y básicamente por haber arriado las banderas de esas colectividades a cambio de empresas económicas electoreras particulares, para su propio enriquecimiento, vean frustradas sus aspiraciones ante el fenómeno Uribe; y lo peor de todo, es que se sigue negociando con Santos su reelección a costa del futuro de los partidos.
Han convertido la actividad política en un negocio particular, en un establecimiento de comercio, sin registro en cámara de comercio.