En días pasados me reuní con algunos empresarios huilenses que tienen éxito en los mercados de otros departamentos e incluso fuera del país En días pasados me reuní con algunos empresarios huilenses que tienen éxito en los mercados de otros departamentos e incluso fuera del país. Y les manifesté algo que deseo repetir en público. No les hablé tanto en su condición de hombres y mujeres de negocios, sino como dirigentes. La sociedad no tiene sólo dirigentes políticos, hay otros que se mueven en diferentes mundos: gremios, religiones, medios de comunicación, docencia, producción y otros. Se viven situaciones tan difíciles que quien sea consciente de lo que está en juego, de la gravedad del momento, es dirigente, es líder. O debe serlo. Más aún si logra despojarse de la actitud cómoda e infame de pensar que aquello que no toca su bolsillo no le concierne. La sociedad necesita de estos dirigentes no apenas como usuarios, contribuyentes o personajes célebres de páginas sociales. Los requiere de lleno. Comprometidos con todo. Con su energía, su información, sus contactos, su capacidad de gestión y administración. Les expresé que el panorama futuro es preocupante en el siguiente sentido. No estamos preparando generaciones de relevo capaces de recibir lo que se construye en la actualidad. Capacitadas para recoger los éxitos –así sean tímidos- y consolidarlos, aumentarlos y engrandecerlos. Hay empresas y ejecutivos contentos con sus triunfos, pero no es suficiente. No piensan que como van las cosas esos triunfos no trascenderán. No serán legados sostenibles. Caerán en las manos de poblaciones incapaces de asimilarlos y aprovecharlos. El punto es ese. Las riquezas y los progresos que se construyen ahora van a recibirlos mañana multitudes de personas sin preparación que involuntariamente los dilapidarán, que no los podrán usufructuar, ni sostener, ni prolongar. Por incompetencia, seguramente involuntaria. Y así, los que están haciendo sus cosas bien ahora, en cierta forma pierden el tiempo. Es la manera de comprender que el problema de la pésima calidad de la educación que reciben generaciones enteras de niños y niñas, es cuestión de todos. Si al ejecutivo o al empresario de hoy les va bien en la perspectiva de la historia y de la sociedad resultan intrascendentes. Son flor de un día. El problema está en que mientras el conjunto no se cualifique para progresar, recibir, conservar y potenciar, se pierde el tiempo. Los diagnósticos son claros. Se están levantando niños y niñas en pésimas condiciones. Y la educación está resultando inútil. Urge mirar entonces los efectos del modelo que hoy tenemos. Sin ir lejos hay que reorientar la educación hacia la producción, no hacía el desempleo. Y eso nos concierne a todos. sergioyounes@hotmail.com