Francisco José García Lara
En cumplimiento del deber ciudadano, ejercí mi derecho al voto en Unicentro en Bogotá, donde la amplitud de los espacios y la facilidad para estacionar un vehículo, entre otras, lo convierte en uno de esos lugares cómodos en un día de elecciones.
No obstante lo anterior, las filas eran largas, principalmente para los hombres, porque tuvimos que someternos a la obsoleta requisa de la policía y eso le resta agilidad al proceso. A las mujeres no las requisaban, no tenían personal para hacerlo, por consiguiente la medida era inocua, puesto que si alguien quería entrar un arma o algún tipo de elemento prohibido bastaba con entregárselo a un dama y asunto arreglado.
Pude ver personas mayores haciendo las filas, algunas con limitación de movimiento, precisamente un señor de edad avanzada solicitó que se le permitiera entrar sin hacer la fila, obteniendo como respuesta de parte de la policía que era obligatorio hacerla, de nada sirvió que el respetable ciudadano explicará que sus derechos están por encima de los de otros y que existe una ley que protege esos derechos, lo obligaron a hacer la fila y punto, donde está la policía, las ordenes que recibieron priman sobre los derechos y las leyes.
Pero lo más curioso fue votar y que me exigieran firmar y poner mi huella en una planilla, en el siglo XXI solo faltó la tinta indeleble que me untaba en los dedos cuando acompañaba a mis padres a votar.
Podrán decir que aún tenemos amenazas de grupos al margen de la ley o que es posible que se comentan fraudes como suplantación de electores, pero lo que nos negamos a prever o ver, es que los más peligroso para las elecciones es un registrador elegido por la clase política y un consejo nacional electoral conformado por los mismos partidos que toda la vida han estado involucrados en vergonzosas prácticas con relación a las elecciones.
Nos metieron el cuento y nos lo comimos completo, creemos que el peligro proviene del ELN, de las disidencias de las FARC o de los grupos paramilitares respaldados por el narcotráfico, por eso se preparan grandes operativos incluidos helicópteros militares patrullando ciudades, se disponen policías en todos los puestos de votación para incomodar a los ciudadanos, y lo aceptamos sin reclamar, pero se elige al menos confiable de los colombianos para que ejerza como registrador y todos contentos.
Contradicciones de nuestra democracia, en donde los bandidos vigilan que las personas decentes no vayan a cometer ningún tipo de irregularidad al votar.