Varias carreteras de Brasil fueron bloqueadas ayer y el transporte público sufrió paralizaciones parciales en una jornada de protestas convocada por los principales sindicatos, las primeras desde las históricas manifestaciones de junio.
Las cinco principales centrales sindicales de Brasil reclamaron la reducción de la jornada laboral y retomaron varias de las reivindicaciones de las masivas manifestaciones apartidarias y sin filiación sindical del mes pasado, como un transporte público de calidad y más inversiones en salud y educación.
El "Día nacional de lucha" prevé movilizaciones de obreros metalúrgicos y químicos, empleados de transporte y del sector de alimentación, bancarios, comerciantes y funcionarios públicos en todos los estados del país.
En la ciudad de Sao Paulo, la mayor del país con 20 millones de habitantes en su área metropolitana, los sindicatos de transporte bloquearon terminales de buses y varias avenidas de la ciudad fueron ocupadas por manifestantes, pero los trenes y el metro operaron con normalidad.
Los estibadores del puerto de Santos (estado de Sao Paulo), el mayor de Latinoamérica, paralizaron por segundo día sus actividades. Rutas de acceso al puerto y al parque industrial de Cubatao también fueron bloqueadas.
En otras ciudades como Salvador de Bahia, Porto Alegre, Curitiba, Florianópolis, Belo Horizonte y Manaos el transporte público fue paralizado. Varias escuelas cerraron sus puertas y algunos hospitales del país sólo atendieron las urgencias.
Los accesos al complejo industrial y portuario de Suape, en Pernambuco, donde trabajan 75.000 personas, también fueron bloqueados.
En Rio de Janeiro los buses, las barcas y el metro funcionaron normalmente a pedido de los sindicatos, pero varios camiones de los Correos fueron impedidos de acceder a su terminal.
Varios bancos y comercios cerraron sus puertas por el temor a saqueos y destrozos como los ocurridos en junio, al final de masivas manifestaciones en reclamo de mejores servicios públicos, contra la corrupción de la clase política y los millonarios gastos del Mundial-2014, que muchas veces degeneraron en violencia.