Es tal la presión política que vive nuestro país, que la mayoría de sus acciones, por no decir todas, se encaminan a producir un estruendoso ruido. Ni bien se asimila una investigación, cuando estamos abocados a otra igual o más grave. Toda tormenta llega a su final, hace estragos y pasa. Pero la que vive Colombia pareciera que se extiende todos los días más. La duda que se teje sobre la probidad de las campañas políticas es de enorme gravedad. Todavía recuerdo a un político colombiano que decía: Colombia está descuadernándose más todos los días. Da la idea que el rencor afecta la política, la economía y la convivencia en una sociedad ansiosa de empezar una nueva vida. Aunque parece que la envidia en política, es una rabia vengadora que en vez de luchar por sus anhelos y sueños, prefiere eliminar la competencia. Por eso se dice, que en la política como en la vida son pocos los que están conformes con lo que tienen. Y Es asombro pensar que en una democracia donde prácticamente todos los adultos tenemos derecho al voto, la riqueza y el poder puedan estar tan concentrados en manos de tan poca gente. Estamos ante una crisis de valores que nunca nos imaginamos que viviríamos; y que debemos aprovechar para enderezar tan arraigadas y mal sanas costumbres. Y si no, miremos el momento que vivimos, declaraciones mal medidas, poco sopesadas y desde luego, mal intencionadas que lejos de ejercer la sana crítica, nos conecta con la malicia, a la que somos muy dados los colombianos. Éste más que todo, es el ejercicio de la politiquería, que se desarrolla en medio de intrigas, maniobras, bajezas, impreparación y oportunismo de sus protagonistas, es decir, intervención en la política con propósitos turbios, para ganancia personal o de un grupo, dado que sus verdaderos móviles son la voracidad por el dinero o el poder. Por eso miramos con desconsuelo que el altruismo de la política es suplantado por el egoísmo de la politiquería, que en nada beneficia los intereses generales de la comunidad; adueñándose del poder y aprovechándose de la ingenuidad de sus electores, y olvidándose que la política es la manera de ejercer el poder con la intención de resolver o minimizar el choque entre los intereses encontrados que se producen dentro de una sociedad. Pero la corrupción está espantando lo poco que ha quedado de democracia.