La Nación
Otra jugadita electoral 1 25 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Otra jugadita electoral

Ningún candidato era mejor para la derecha colombiana que el ingeniero Rodolfo Hernández, la pieza más útil para estas elecciones presidenciales. Mejor que María Fernanda Cabal: tan violenta, tan desbocada, tan de extrema derecha. Mejor que ella a pesar de ser ella el mejor espíritu del conservadurismo colombiano.

Mejor que Zuluaga: candidato anodino, invisible e irrelevante. Rematado en campaña por la compañía de mismo Uribe, personaje tan desacreditado que desacredita todo lo que toca. Y mejor que Federico Gutiérrez, verdadero fiasco. Un falso as sacado de la manga, un escandaloso e insustancial pregonero del conservadurismo criollo.

Y aún queda un candidato por jugar, un alfil voraz y tropero. Un auténtico repuesto para neutralizar cualquier torcedura del hipotético presidente Rodolfo Hernández. Todavía queda el general Zapateiro, último fichaje de la astuta política.

No existe posibilidad alguna de que el conservadurismo criollo desista del poder político, que ponga en peligro sus privilegios. Ninguna razón para ello si ello no ha sucedido durante 200 años; si ha logrado semejante hazaña a través de varios millones de discursos contaminados de esperanzas, de miles y cruentas guerras regionales y nacionales, de múltiples fuerzas militares y paramilitares; de permanentes crímenes sobre líderes políticos, sociales y ambientales.

Quizás permitirán, en sus astutas jugaditas, que el hipotético presidente Rodolfo Hernández gobierne desde su apartamento, que done su salario a una institución de beneficencia… incluso, que convierta la Casa de Nariño en un museo de arte moderno. Todas esas excentricidades le serían permitidas, menos las de damnificar sus privilegios, las de disminuir sus enormes ventajas.

Basta suprimir carros a senadores, exigir impuestos a potentados, para armar un caos nacional. Para que surjan de la nada, largas manifestaciones por avenidas y robustas concentraciones en plazas públicas. Para que marchen, unos en bicicletas deportivas, otros en lujosos BMW y, por supuesto, algunos despistados de clase media.

Finalmente, algún psiquiatra de la elite, con impostada autoridad científica, dictaminará la locura del ingeniero presidente. Repetiremos la historia del Ecuador, del loquito Abdalá Bucaram destituido por loco. Repetitiva y cacofónica historia que da tantas vueltas en torno al desagüe para hundirse definitivamente por el sifón de las aguas sucias.

Nos queda mucho conservadurismo en Colombia, muchos años de mentalidad pre-moderna, mucha violencia de extrema derecha, mucha desigualdad social, muchas hambrunas nacionales, muchos privilegios elitistas, mucha hipocresía lingüística, mucho desempleo, mucha pobreza, mucha deshumanización. Confirman esta tesis: un conservadurismo sólido, un liberalismo de estirpe conservadora y, sobre todo, la ignorancia de un pueblo que, a fuerza de sojuzgamiento y catequización, también es conservador.