Se despertó ayer el Huila con una nueva masacre en el municipio de Algeciras. Se trata de la segunda en dos meses en este pueblo del oriente del departamento azotado históricamente por la guerra.
La violencia parece haberse reeditado. Las tomas guerrilleras y los atentados terroristas que sacudieron en el pasado a los algecireños se han transformado ahora en incursiones de hombres armados que disparan indiscriminadamente.
El balance no puede ser más escalofriante: durante lo que va de 2020 se han presentado 21 asesinatos en Algeciras, siete de ellos corresponden a las víctimas de las masacres de julio pasado y la registrada el martes en la noche.
Aunque parezca difícil de creer, casi todos los homicidios ocurridos estarían relacionados. Todo tendría origen en la disputa territorial que están librando varias estructuras ilegalmente armadas, entre ellas una al mando del sanguinario alias ‘El Paisa’, el antiguo jefe de la columna Teófilo Forero de las Farc. La Defensoría del Pueblo habla de que serían cuatro los grupos involucrados en esta guerra a sangre y fuego, que deja además decenas de casos de desplazamientos forzados.
Algeciras está, en ese orden de ideas, ante un panorama aterrador porque mientras no haya una intervención integral del Estado, las matanzas se van a seguir presentando en la región.
Como lo hemos dicho en anteriores oportunidades, lo de Algeciras no puede ser tratado como un asunto meramente militar u operacional. Los algecireños están esperando la presencia real del Estado en todas sus facetas.
Tras la firma del acuerdo de paz hace cuatro años, muchos coincidieron en que Algeciras iba a ser el mayor beneficiado con los denominados dineros del posconflicto o las obras para la paz. No ocurrió.
El municipio de Algeciras necesita quien lo quiera. Si alguien no hace algo por él, los ríos de sangre no van a parar.