No parece adecuado, conveniente ni pertinente un paro más en el país, convulsionado como ha estado desde principios de año con diversas manifestaciones de protesta de toda índole. No nos referimos a que se niegue o no haya derecho a que cualquier colombiano, por las razones que considere, salga a protestar, a expresar su inconformidad o a manifestar su repudio o su apoyo a cualquier asunto o materia. Ese es un derecho fundamental, propio de cualquier democracia que se precie de serlo; implícito también el derecho de opinión, en la voluntad autónoma de toda persona de expresarse, de protestar. Pero otra cosa muy distinta, es que la parálisis no se refiere propiamente a que un sector determinado detenga sus actividades sino que tales protestas se convierten, automáticamente, en la vulneración de los derechos fundamentales de otro grueso número de colombianos que, participen o no de la protesta, se les obliga a cargar con las consecuencias. Ahora bien, en particular un nuevo paro cafetero sería un mazazo, un golpe injusto e imprudente para los departamentos en donde se realice; en nuestro caso, el Huila ha padecido suficientes dificultades en los dos años recientes – política y socialmente – como para soportar de nuevo la parálisis casi total de su economía y de casi todas sus actividades, con consecuencias enormes sobre todo su conglomerado humano y productividad.
Baste recordar los gravísimos efectos del pasado movimiento de protesta, que incluyó el bloqueo casi total de sus vías interdepartamentales y hechos dolorosos de muerte de personas que, si bien no se pueden atribuir directamente a una actitud insensible de los dirigentes del paro, sí pueden catalogarse – como dirían en las guerras – como “daños colaterales” o afectaciones indirectas del movimiento.
Y vistas con seriedad las motivaciones que exponen los líderes del movimiento cafetero, en gracia de discusión no tienen el alcance real que amerite el altísimo costo de una nueva parálisis de estas zonas, ya maltrechas en su economía tanto por los resultados de la anterior movilización como por la misma crisis derivada del bajísimo precio. Y surge ahora la denuncia de que detrás de esta nueva intención podría haber una manipulación nacional e internacional que busca el desmonte de la garantía de compra del grano a los caficultores y que podría alcanzar la suma de un billón de pesos anuales.
Lo ha dicho la misma Fedecafé: existen fuerzas oscuras detrás de las protestas de algunos cafeteros. Hay que decirlo con firmeza: una cosa es cuestionar a la Federación y al sistema administrativo cafetero en general, lo cual es plenamente válido, y otra distinta valerse de esas críticas para armar un oscuro entramado con intereses que desconoce el campesino, inocentemente llevado a las carreteras. Y en algunos casos con motivaciones políticas.
“Un nuevo paro cafetero sería un mazazo, un golpe injusto e imprudente para los departamentos en donde se realice”.
Editorialito
Un nuevo choque entre carrotanques que transportaban petróleo desde Putumayo provocó un nuevo derrame en Pitalito. El hecho se suma a los nuevos accidentes con personas muertas que deja el paso de tractomulas. Las autoridades están en mora de adoptar drásticas medidas.