Una vez más vivimos un paro en Colombia. No sirvieron las mesas de concertación, la buena voluntad, las razones de uno y otro lado, finalmente se paralizó el país. Los afectados fueron muchos, pero en especial el sector productivo, que de por sí ya venía de capa caída sin lograr recuperarse luego de la pandemia del COVID y el estallido social que vivimos hace unos años.
No puede ser que la única salida a los problemas que se viven en este país sea bloquear las vías, tomar medidas de hecho, como lo que históricamente ha ocurrido con la vía Panamericana en el Cauca, que una y otra vez es bloqueada, afectando la economía del departamento, alejando posibilidades de inversión, porque con ese riesgo inminente de cierre nadie se arriesga a perder su capital y su empresa.
Perdieron con el paro los campesinos que no pudieron sacar sus productos, que vieron morir sus animales en la vía, que tampoco recibieron alimentos para mantener su producción como en el caso de los avicultores. Perdieron los empresarios que no pudieron ver salir sus mercancías, lo que no se vendió jamás se recupera en la realidad. Perdieron los niños y niñas que vieron suspendidas sus clases. Para ellos nunca hay respuestas, son una parte más de los damnificados de las protestas. Perdió además el comercio que vio disminuida sus ventas, los hoteles y restaurantes de las vías que no vieron llegar a los turistas.
Al final de la protesta, nadie responde, las pérdidas son asumidas por los productores, hoteleros y empresarios, porque ni el banco les perdona un día de intereses, ni la DIAN les rebaja sus impuestos por estas afectaciones.
Así no es viable salir adelante, con la amenaza de bloqueos. Necesitamos buscar mejores mecanismos para garantizar la libre movilidad, pero también el derecho a la protesta. Yo que pensaba que por ser este un gobierno de izquierda iba a lograr evitar lo que siempre habían impulsado, pero pudo más la soberbia, que una vez más llevó al país a una parálisis. Aquí no hay ganadores, aquí lo que hay son perdedores, entiéndase bien.
Al final y luego de una semana intensa se logró un acuerdo, quizás no el mejor para el Gobierno Nacional que tuvo que ceder a sus pretensiones de elevar el precio del diésel de esa manera tan abrupta y cerrar el hueco fiscal, el cual seguirá existiendo. Lo irónico es que mientras piden a gritos más recursos e impuestos, gobernando demuestran que son más del mismo circo de corrupción y despilfarro que nos ha gobernado. Sumado a esto la gran ineficiencia que a lo largo de estos dos años han demostrado tener.
Para la próxima, ojalá y se logren acuerdos antes de afectar a la gran mayoría, porque esta escuela de los bloqueos lo único que logra es atrasar aún más las soluciones que tanto anhelamos. Porque los platos rotos al término de la protesta y bloqueos, los pagamos de nuestro bolsillo, cada uno de los colombianos.