El Papa Francisco hizo ayer una pausa en su agenda pública en Rio de Janeiro, mientras las autoridades analizaron las fallas de seguridad que permitieron que fuese cercado en su automóvil por una multitud, la víspera, y el estallido de violencia tras una manifestación cerca de la Gobernación.
La llegada del Papa argentino a Rio en un auto de paseo que quedó atrapado tres veces durante varios minutos en el tránsito, mientras una multitud en delirio le tiraba regalos por la ventanilla y hasta le tocaba para desesperación de sus guardaespaldas, generó cuestionamientos sobre el operativo de seguridad.
Las autoridades admiten errores de comunicación entre los diferentes organismos encargados de la seguridad, y la Alcaldía de Rio dijo que el chofer del automóvil se equivocó en el recorrido.
La Secretaría de Seguridad para Grandes Eventos -dependiente del Ministerio de Defensa- sostuvo que el propio Papa pidió al chofer disminuir la velocidad para saludar a la gente.
"No hay que dramatizar lo que sucedió. Todo salió bien, nadie fue allí para hacer daño al Papa", indicó el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi. "El secretario del Papa me confió que estaba asustado, pero que el Papa permaneció muy sonriente", añadió. El primer Papa latinoamericano, que defiende una Iglesia cercana a los pobres, está empeñado en tener contacto con el pueblo, y en un trayecto posterior por el centro de la ciudad en un papamóvil semidescubierto cargó varios niños, estrechó manos y no perdió la calma.
"Gracias. Gracias. Gracias a ustedes y a las autoridades por haberme dispensado una acogida tan cálida en tierra carioca", dijo el Papa este martes en su cuenta Twitter.