La Nación
COLUMNISTAS

Pelea de comadres

La sabiduría popular -que es tan sabia-, excúsenme la redundancia, nos enseña que en la pela de comadres se descubren las verdades. En nuestra patria, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Hemos dicho en otro artículo que según un estudio sobre la corrupción, hecho por la ONG Transparencia Internacional, del año 2014, dentro de un universo de 160 países, Colombia ocupó el puesto número 94. Los países menos corruptos fueron: Nueva Zelandia, seguido de Finlandia, Dinamarca, Noruega, Singapur y algunos otros del Extremo Oriente. De la misma fuente, el país más corrupto del planeta es Somalia. Venezuela y Paraguay no se quedan atrás. Cualquier colombiano acostumbrado a la inmoralidad pública dirá que no fuimos los últimos. ¡Qué cinismo!

Los ciudadanos honestos nos encontramos inermes ante tanta descomposición moral, sobre todo en la moral pública. La única manera de ver algo de justicia en esta tierra es cuando los malos pelean. Ordinariamente entre ellos se matan. Pasa lo de los ladrones que viven del robo. Ante los malos repartos del botín, se matan entre ellos. De alguna manera -esto no es cristiano y le pido perdón al lector-, se aplica “alguna justicia” frente a la indefensión de los honrados, en donde el Estado se ha tornado indiferente ante los permanentes atracos que sufren los ciudadanos que pagamos impuestos. Todos tenemos que vivir enrejados. La calle es peligrosa. La policía no alcanza a controlar a tantos maleantes. Pero, ¿para qué apresarlos?, si a veces encontrados en flagrancia, son “soltados” a los minutos y se ríen de la fuerza pública. Quienes tienen alguna capacidad económica pagan seguridad privada, pues el Estado a pesar de recibir impuestos y de tener una Constitución que “obliga” a garantizar a todos los habitantes la “vida, honra y bienes”, es incapaz de brindarle a todos los colombianos los derechos fundamentales. Todo se queda en el papel y en los buenos deseos. Definitivamente no somos capaces de vivir en paz. Sigamos hablando de paz en foros, marchas, publicidad; mientras en la calle,  los caminos y en los campos se nos quita la vida.

¿Qué podemos decir? Justo en estos días santos en que debemos, si es que tenemos algo de conciencia, arrepentirnos de los pecados y proponernos un cambio de conducta. Pero, ¿de qué se arrepiente el desvergonzado? Si tiene la osadía de declararse impecable. Lo más grave del pecador es que ha perdido la conciencia del pecado. Acudo al libro Santo: “Si la sal se corrompe, ¿con qué se dará el sabor a los alimentos?”. Si quienes nos deben dar ejemplo de pulcritud están manchados, entonces, ¿quién tiene autoridad moral? En este país, por todas partes encontramos ollas podridas. La moral pública está en cuidados intensivos. Lo grave es que quienes más critican y quieren poner orden, con alguna frecuencia, son los que menos autoridad moral tienen. Volvamos al libro Santo: “El árbol bueno da frutos buenos y el malo, frutos malos”. ¿Qué decir, entonces? Que sigan peleando los grandes de este mundo, mientras los pequeños miramos el espectáculo a ver si queda algo de justicia. Este es un circo de payasos. Amanecerá y veremos.
+ Froilán, obispo de Neiva.