No sólo los grandes piscicultores resultaron afectados por la mortandad. Fernando Polo LA NACIÓN, Neiva No sólo los grandes piscicultores resultaron afectados por la mortandad. También los pequeños productores, quienes resignados al fenómeno admitieron que perdieron toda la producción que se disponían a comercializar durante la temporada de Semana Santa. Y lo más grave: no tenían ningún seguro que pudiera compensar los estragos de esta nueva emergencia. En su opinión, la falta de oxígeno en el embalse de Betania fue la principal causa del fenómeno afectó a varios piscicultores, entre ellos varias asociaciones de pequeños productores y la empresa Piscícola New York S.A, la principal firma exportadora. “Nosotros perdimos entre 25 y 30 toneladas de pescado que teníamos para comercializar en la temporada de Semana Santa. No tenemos ningún seguro que nos proteja contra estos fenómenos y perdimos aproximadamente unos 150 millones de pesos”, indicó apesadumbrado Carlos Emilio Ángel Álvarez, representante de la piscícola Tilapias del Magdalena Ltda. “Además de los peces que se estaban preparando para la temporada de Cuaresma, murieron también gran cantidad de alevinos que remplazarían a estos, lo que hace aún más aguda la situación”, aseguró visiblemente consternado. “Según los entendidos, lo que pasó fue que se bajó la cantidad de oxígeno y por eso ocurrió la mortandad de peces. La situación se presentó el sábado por la noche. Yo perdí un promedio de 200.000 mojarras que estaban ya en 210 gramos, eran las de vender en la temporada de Semana Santa. Aquí hasta ahora se sabe que somos tres los que hemos perdido: los de Tilapias del Magdalena, la New York y yo”, expresó Saúl Bermúdez Rojas, uno de los piscicultores afectados. LA NACIÓN hizo varios intentos para comunicarse con los representantes de Piscícola New York, pero no fue posible. Sin embargo, los otros afectados expresaron que las pérdidas de esta empresa podían llegar a las 150 toneladas de pescado, porque al parecer se afectaron por lo menos seis jaulones. Siguiendo las recomendaciones de las autoridades ambientales, los piscicultores activaron ayer un plan de contingencia y depósito final del pescado muerto en fosas con cal, para evitar contaminaciones. Los demás productores se mantenían en máxima alerta estimando que las condiciones del embalse, agravado por los bajos caudales y las altas temperaturas podrían aumentar la mortandad. “Estamos esperando porque a cualquier nos puede llegar el turno. En mi caso, los peces estaban quietos, no respondían al alimento, se notaba sofocación, lo que indica que algo está pasando”, afirmó otro piscicultor que pidió mantener su nombre en reserva. Eso sí, aseguró, que parte de lo que ha ocurrido es un efecto de la superproducción. “La realidad es que la mayoría estábamos al doble de lo autorizado”, concluyó.