Pobreza y delincuencia

Las declaraciones del Ministro de Defensa, Diego Molano, explicando el crecimiento desaforado de la inseguridad en las ciudades y en circunstancias que ni en la época del narcotráfico se vieron (robo a mano armada de clientes de restaurantes, asaltos en plena calle a simples ciudadanos por, al menos, dos atracadores hasta el espectacular robo a una comercializadora de oro en Medellín con una logística sofisticada y costosa) señalando al incremento de la pobreza, como una de sus causas además del narcotráfico resultan preocupantes. No es posible generalizar como el ministro lo hizo, pero estos dos factores facilitan que muchos jóvenes, especialmente los de menor educación, decidan derrotar la pobreza de la peor manera y resulten presa fácil de los buscadores de “mulas” o sicarios convirtiendo su ilusión por el dinero fácil en su peor decisión. Esta variable, la educación,  es clave pues el primer asomo de desigualdad social está en la educación temprana donde los niños pobres empiezan a formarse desde los cinco años mientras los hijos de padres pudientes empiezan a los tres años o menos. Esto por cuanto la educación pública no ofrece la formación temprana o preescolar en todas las instituciones. Siguiendo con el argumento del Ministro Molano, el futuro del país por cuenta de la pobreza es poco alentador y hay que abordar sus componentes. Según El DANE, la pobreza aumentó del 35.7% en 2019 al 42.5% en 2020, 6.8 puntos porcentuales más. Este aumento, en términos absolutos, implica que el año pasado 3,55 millones de personas ingresaron a la pobreza llegando el país a la preocupante cifra de 21 millones de pobres. En 2019, solo 661.809 personas ingresaron a la incómoda condición de pobreza lo que muestra más claramente el tremendo impacto del Covid-19 en nuestra sociedad. Apenas lógico, la pobreza extrema pasó del 9.6% al 15.1% en el mismo periodo.

La variable educación, insisto, es la clave para responder a este gravísimo incremento de la violencia en las calles. Si se atiende como debe ser, no será una causa sino una solución. También, urge una revisión de la política asistencial para reorientar los recursos a programas de formación a todos los niveles para las familias con jóvenes en procesos formativos a cualquier nivel. La vieja estrategia de Universidad -Estado -Empresa debe funcionar ahora mucho más eficientemente que antes especialmente como gran soporte para el emprendimiento, tan de moda hoy. Pero, al mismo tiempo, hay que sofisticar la fuerza pública para hacerle frente a esta ola violenta. “A Dios rogando y con el mazo dando” como dice el viejo refrán. No bastan las recompensas. Si aún se habla de reforma a la policía hay que reforzarla como también seguir golpeando al narcotráfico. De no ser exitosos, la inversión que tanto buscamos no llegará echando al traste la reactivación que empieza a mostrarse de mejor manera.

 

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