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Poetas posmodernos. Por Jorge Guebely

El comentario de Elías Salvo excepciones, los poetas posmodernos –en Colombia surgieron a partir de los setenta- fueron inferiores a los de la modernidad. El individualismo cómodo fue su refugio, acompañado de una ironía intrascendente y un gesto valentón pero vano. Glorificaron más la importancia personal y menos la poesía; la que utilizaron para brillar, exaltar la banalidad y al poema deslumbrante. Poesía de espíritu comercial, tan trivial como los zapatos de marca. Sucumbieron al síndrome del éxito y el mercado. El comerciante fue su oculta figura ideal: mercader de editoriales, bufón de concursos. Hoy se desplazan de feria en feria promoviendo un género deslucido. Asisten a los encuentros poéticos para darle credibilidad a un mandatario local y a una empresa multinacional. El mercado les impone la auto-publicidad para integrarse al jet-set de los creadores oficiales. Enorme tristeza, abjurar de la poesía para acceder a la mecánica de los centros comerciales. Cualquier poema resulta bueno si permite subir a la pasarela, al aparente desfile de la belleza estética. Sus versos carecen de reales rupturas, no iluminan las zonas oscuras de la conciencia colectiva, no construyen ser humano. No escriben por impulsos sino por deseos programados. Baudelaire quedó en desuso, ya no son los faros cuya luz orienta a los viajeros nocturnos de la vida. Los versos también perdieron sus brújulas en el mercado. Atrás quedaron los poetas de la modernidad, los devoró la historia. La moda los convirtió en piezas de museo. Hoy de nada sirve el sacerdocio poético de Mallarmé, oficiado en sus tertulias parisinas, donde reveló y difundió el poema como ser estético, de dimensiones impresionistas, poblado de resonancias auditivas y cromáticas, escaso de palabras pero de profundidad humana. Ya casi nadie imita la actitud ética de Valery, uno de los contertulios de Mallarmé, creador de un poema intelectual y emotivo al tiempo, ‘poesía pura’, con la función de convertir al lector en un inspirado como el poeta mismo. Tampoco es paradigma Pessoa que hizo poesía de sus diferentes voces internas para desentrañar el enigma del ser humano. Mucho menos Rivera, ese ilustre y famoso desconocido, ilumina con su portentosa luz. Ni siquiera ilumina su región tan oscura. De nada le sirvió dilucidar con autenticidad la aspiración sagrada del ser humano y su atascamiento en la superficie fermentada. Como su personaje, también lo devoró la selva. Ataviados con poemas mercancías, brillantes y banales, los poetas posmodernos desistieron de revelar la melodía del universo, esa que late oscuramente en el corazón de los humanos, la auténtica poesía según Tagore. lunpapel@gmail.com