¿Qué iría pensando el presidente Duque en el vuelo oficial desde Glasgow Escocia, sede de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio Climático (COP26) hacia Dubai en Emiratos Árabes donde trataría de los compromisos de Colombia en la efectiva explotación minera en el país?
Dentro de la estupidez humana, existen ideologías fascistas que piensan que comprometer la soberanía de los países, de sus recursos naturales, subastar la amazonia, fumigar con glifosato, arrebatar a los territorios la posibilidad de realizar consultas previas sobre explotación minera es un exceso de democracia, que la explotación no sostenible de los terratenientes y de las ganaderías extensivas son las que van a traer progreso económico para todos.
¿Cómo no caer en la cuenta del tamaño de paradojas y de incoherencias que representa posar de líder ambientalista y prometer que el territorio colombiano para el 2030 tendrá un 30 % de áreas de protección y de reservas? ¿Cómo pensar siquiera que el peso de esas ideologías contrarias al desarrollo sostenible puedan permitir la reserva y conservación de nuestra amazonia y que podamos cumplir con reducir en un 30 % las emisiones de gases?
¿cómo intuir siquiera que no se puede hablar de compromiso contra el cambio climático, sin la autoridad moral ambiental que supone haber hecho trizas el acuerdo de paz y la reforma rural integral del punto primero del acuerdo? ¿Cómo posar de líder ambiental, cuando Colombia es por tercer año consecutivo el país que más mata a los lideres ambientales del mundo?
Son pocos los que podrían hablar con autoridad en el auditorio de las naciones Unidas creado para Glasgow, en el orden Internacional el discurso de Biden, de Bolsonaro, de Putin, resultan igual de vacíos al del presidente Duque. Lideres para quienes la profecía certera y apocalíptica del fin del mundo les causa risa en privado. ¿Cuáles serán los compromisos reales para sacar avante sus promesas? La realidad es otra: es casi imposible dirigir los esfuerzos a la persecución de los delitos ambientales de los reales depredadores del medio ambiente, cuando en la realidad se persigue sólo a los pequeños mineros de explotación doméstica. Es impensable cumplir tamaño de retos cuando la política ambiental está dirigida por las grandes trasnacionales de explotación minera, por terratenientes matones y por los ganaderos de explotación extensiva quienes nada harán por frenar la deforestación, la tala ilícita o la minería ilegal. Es casi imposible cumplir compromisos al 2030; si hasta las altas cortes han venido reculando en el cumplimiento del fallo T – 445 de 2016 que había despejado cualquier duda sobre la posibilidad de que los municipios y comunidades pusieran en práctica el uso de mecanismos constitucionales para dar aplicación al principio de autonomía territorial, decidir sobre su propio desarrollo, privilegiar la conservación ambiental y cultural. ¿Cómo emprender cualquier acción reivindicadora del medio ambiente cuando el gobierno Nacional y las empresas extractivas han generado estrategias jurídicas y políticas, además de distintas formas de intimidación y censura, para frenar el desarrollo sostenible? ¿Cuánto se podría avanzar en el compromiso por el medio ambiente en un país gobernado por mineros legales e ilegales, terratenientes de toda laya, ganaderos de desarrollo insostenible, agentes omisivos de las masacres a los líderes ambientales y líderes sociales casi todos defensores de tierras?