La Nación
COLUMNISTAS

Por la dignidad de los campesinos de Colombia

El paro agrario nacional no sólo ha convocado a los campesinos del país, sino a varios otros actores de la economía nacional como los transportadores, la salud, pequeños mineros y varios más que, tras manifestar su inconformidad reclaman la oportuna acción del Gobierno. En realidad no se trata de una simple coyuntura, sino más bien de una compleja problemática estructural. El modelo de desarrollo imperante ha dejado el agro a merced de las reglas de competencia del mercado global, sin el sustento de una política agraria integral que vaya mucho más allá de los subsidios estales, política imprescindible en un escenario de postconflicto.

El propio Gobierno ha reconocido que las cifras de pobreza y desigualdad en el campo se han incrementado. Según el Dane, entre 2002 y 2012, período en el que transcurrieron los dos gobiernos de Uribe y buena parte del gobierno Santos, el número de hogares por debajo de la línea de pobreza, entre lo rural y lo urbano, se ha ampliado de 1.4 a 1.7 veces.

Hoy por hoy, el grueso de los colombianos siente que la situación del agro no le es ajena. La seguridad y soberanía alimentaria de la Nación son pilares de la tan anhelada paz. Para el antropólogo Darío Fajardo, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, como para los líderes de la protesta, la naturaleza del conflicto es estructural, por lo que no puede abordarse sectorialmente; hay de por medio situaciones como la alta concentración de la tierra, las altas tasas de interés o la carencia de infraestructura, que conducen a los campesinos del país a la quiebra. Así por ejemplo, el costo promedio de producción de una carga de 125 kilos de café en el Huila es de $650.000.00, frente a un precio de compra de $605.750.00 por carga, incluido un subsidio de $165.000.00.

Renegociación de créditos, eliminación de aranceles para insumos agropecuarios, aplicación de las cláusulas de salvamento previstas en los TLC suscritos, lucha frontal contra el contrabando de alimentos, parecen ser algunas de las propuestas de inmediata aplicación por parte del Gobierno, con el fin de sortear la crisis.

Bien se dice que “no hay mal que por bien no venga”. La actual crisis es también una oportunidad para que el Gobierno, en concertación con los actores sociales pertinentes, diseñe con visión estratégica e innovadora, políticas tendientes a dotar al país de un agro moderno y competitivo que apalanque el desarrollo científico, tecnológico e industrial del país y permita su debida inserción en el contexto global. Así se hará feliz realidad la dignificación de nuestros campesinos y se creará una base sólida para el desarrollo social y económico y una paz duradera.