La Nación
Por qué la tierra cobra vidas 1 28 marzo, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Por qué la tierra cobra vidas

 

Cecilia López Montaño

La historia de Colombia no cambia: la tierra cobra vidas. El asesinato a sangre fría de María del Pilar Hurtado, delante de sus hijos, que ha conmovido al país y al mundo, es la muerte más reciente aunque no la última de esta terrible realidad de la vida colombiana. Pocos, especialmente quienes desconocen las consecuencias de la concentración histórica de la tierra en este país, asocian este derramamiento de sangre con la permanencia de muy pocos dueños de grandes latifundios al lado de millones de campesinos viviendo en microfundios. La concentración de la tierra ha sido parte de la penosa historia de que Colombia sea uno de los países más desiguales del planeta.

 

Si se supone que la guerra con las FARC se acabó y se hizo un proceso de paz con los paramilitares, ¿por qué los asesinatos? Esa es la parte de la realidad colombiana que no la entiende nadie pero obviamente debe tener explicación; plantear hipótesis sobre una realidad tan compleja es muy aventurado porque fácilmente se pueden descalificar por incompletas y sesgadas. Lo único cierto es que por la posesión de este factor de producción se siguen cobrando vidas, muchas de ellas precisamente por buscar “justicia”.

 

Lo primero que tiene que aceptarse es que estamos viviendo esa primera etapa de lo que debería ser el posconflicto, pero con más violencia de la esperada. Con una presencia estatal menor que la que debería existir en esas zonas dominadas anteriormente por la guerrilla y con una economía ilegal que no logra controlarse. En ese complejo escenario muchos quieren recobrar sus tierras y ahí nace este pedazo de la tragedia del país; quienes la usurparon ilegalmente apoyados en el militarismo se niegan a perder lo adquirido, a cumplir con ese punto fundamental del Acuerdo de la Habana que planteó claramente la redistribución de este factor productivo.

 

Y cómo tratan de retener sus antiguas “propiedades”: a la fuerza, con sangre, apoyados en los llamados sicarios, expresión particular de ese crimen auspiciado directa o indirectamente por paramilitares pagados por quienes defienden lo que creen son sus derechos. Ha revivido el paramilitarismo, afirman quienes estudian cuidadosamente el tema en el terreno y no en escritorios, como Ariel Ávila. ¿Y qué hace el gobierno? Poco, muy poco, y de esta manera el país ve diariamente muertes de líderes asesinados por desconocidos, personas que defendían casi siempre su derecho a la tierra. Lo increíble de esta situación es que muchos de los sectores poderosos de este país desconocen las causas reales de estos crímenes, lo que impide totalmente que se acaben estas muertes porque no hay soluciones de raíz. Casos aislados como repite el gobierno, es la explicación que evidentemente nadie razonable en este país puede aceptar.

 

Como a esta penosa situación se suman dos hechos vergonzosos, nuevos falsos positivos y el exterminio de ex miembros de las FARC, realidades que pueden estar íntimamente relacionadas, el Estado colombiano no tiene más alternativas que actuar, puesto que el costo de no hacerlo pude volverse demasiado alto. Si el gobierno no reacciona rápidamente la presión internacional se volverá inmanejable. El caso de María del Pilar Hurtado ya atrajo la atención de la BBC, cuya entrevista con su familia hará evidente ante el mundo que tratar de hacer realidad el derecho a la tierra cobra vidas en Colombia.