La Nación
Prepararnos para el sufrimiento 1 16 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Prepararnos para el sufrimiento

Maritza Rocío López Vargas

Resulta inevitable para cualquiera de nosotros, enfrentar en un momento determinado el sufrimiento, nadie nace ni está determinado para sufrir, tampoco se elige por voluntad propia padecer el dolor; pero un día cualquiera, nos podemos ver abocados a tener que enfrentar éste sentimiento, más aún cuando este se derivada de una enfermedad, la agonía o muerte de un ser querido.

Prepararnos para manejar el sufrimiento, ayuda a comprender que hace parte de la vida; enseña la vulnerabilidad, limitación, fragilidad e imperfección del ser humano; permite superar los apegos, fortalece el carácter, ayuda a entrar en contacto con lo que sentimos, nos ofrece una experiencia para aprender y seguir avanzando, evita que caigamos en el abismo de la depresión o que recaiga toda la responsabilidad o culpa del sufrimiento, sólo en Dios.

Espiritualmente, el dolor puede enriquecer nuestra alma y nuestro corazón; nos permite escuchar en soledad el sonido de nuestras lágrimas, ayuda a valorar el silencio, nos humaniza y permite alcanzar un grado más de conciencia, aceptación, humildad, solidaridad y serenidad de la aceptación; permite descubrir fortalezas y características individuales y familiares que antes no conocíamos, enseña que hay una actitud determinante para hacer frente a la desesperación y las dudas que se derivan, al sentir que la vida nunca será la misma cuando perdemos para siempre a un ser querido.

La vida a veces nos sacude tan fuerte, que parece difícil poder seguir adelante o sobreponernos; de alguna manera, nos vemos empujados a procesos emocionales intensos para los cuales no estamos preparados y que pueden impedir sanar el sentimiento de abandono, soledad o pérdida definitiva, dejando una herida tan grande y profunda que puede llevar demasiado tiempo sanar.

Y aunque el sufrimiento no se supera de la noche a la mañana, en un abrir y cerrar de ojos o por arte de magia; podemos tener la seguridad que algún día obtendremos respuesta a nuestros interrogantes, haciendo de los recuerdos, los buenos momentos vividos y el amor, los más grandes aliados para seguir adelante, abrazar, aceptar y resignificar cada oportunidad que la vida nos ofrece.

Ante la ausencia o pérdida definitiva de alguien importante en nuestras vidas, tenemos el derecho de sentir, llorar, cuestionarnos, buscar respuestas, enojarnos o sentir rabia; aunque cueste hacerlo tendremos que vivir, enfrentar, experimentar y aceptar todas las emociones que vengan; luchar contra ellas resulta desgastante e inoficioso, lo mejor es abrazarlas con la esperanza que es temporal, con la confianza suficiente en sí mismos para seguir adelante, con la absoluta seguridad que el amor, es más fuerte que la muerte.