Piter Bonilla Díaz
Dije a un grupo de amigos antes del paro que el presidente Duque iba a salir incólume. Que en un principio el embate sería fuerte, al estilo de las protestas convocadas por los de siempre. Y ha sido así. Con el refuerzo, ¡claro! del principal pirómano.
Al escribir este comentario se ha sabido de buena fuente, que la jodita seguirá hasta el cinco de diciembre, cerrando con el ruido de las cacerolas en los países anti comunistas del continente. Ello bajo la estrategia de los regímenes totalitarios como el de Venezuela, de financiar las revueltas además de la logística informativa de las redes sociales.
Continuando con esta clase de términos coloquiales, que no acostumbro, la sociedad colombiana ya se “mamó” de la tozudez malsana de los auspiciadores de las marchas, que lo único que han logrado es el taponamiento de vías, el incalculable daño a los buses urbanos, la consiguiente afectación a los usuarios, saqueo al comercio, cierre y reducción de las ventas, “pintorretear” los edificios públicos y de contera crear el pánico.
Entre los muchos casos que emberracan hay dos. La muerte del estudiante Dilan Cruz, cuyos antecedentes personales y familiares, a excepción de su sensata hermana, habla de la acción que le costó la vida. La manera como los medios televisivos sobre dimensionan su tragedia, en contraste con las muertes en las refriegas de varios miembros de la fuerza pública, centenares de policías y aún de civiles heridos, todos de diferente gravedad, como el ocurrido con el patrullero de Neiva.
El otro es el de la bobita gamina temeraria. La tal EpaColombia. Que una juez la alcahuetea porque con los destrozos que causó dizque no constituye peligro para la sociedad. Viene a la memoria la sentencia del gran pensador inmolado Álvaro Gómez Hurtado, cuando dijo hace décadas que, “va a llegar el día en que paradójicamente la justicia se va a pasar al bando de los delincuentes”.
Ahora dicen que también esto es contra el establecimiento, pero, ¡eso sí! en la persona del Jefe del Estado. Como si el mal no se engendrara desde cuando Gaitán lo condenaba hace setenta años.
En conclusión, no solo el Mandatario ha salido reconocido como bien intencionado, estoico, comprometido y de resoluciones congruentes con la realidad de la debacle en que recibió la Administración, sino nuestras heroicas fuerzas del orden, que están recibiendo el agradecimiento de sus compatriotas.