Es claro que el país se embarcó en los TLC sin preparación alguna y las consecuencias están a la vista; tanto que se ha cantaleteado por parte de analistas y expertos que lo que ellos ofrecen son sólo oportunidades y que para que estas se puedan aprovechar hay que estar preparados y seguimos en las mismas. Ya lo sabíamos, como lo afirma Marco Llinás, Vicepresidente del Consejo Privado de Competitividad, “con o sin tratado con EEUU, si no hacíamos la tarea de arreglar la casa por dentro, no podríamos aprovechar el libre comercio”. La Agenda Interna para la Productividad y la Competitividad (AIPC) no se puede seguir aplazando por más tiempo si se pretende lograr la inserción exitosa de la economía nacional en las corrientes de comercio de la economía global.
En segundo término, hay que partir de la premisa que, como lo sostienen Romer & Lucas, “el crecimiento económico es un resultado endógeno del sistema económico y no el resultado de fuerzas externas”; la teoría de las exportaciones como motor del crecimiento está revaluada. Es obvio de toda obviedad que no es dable esperar que crezcan las exportaciones del país y al mismo tiempo registrar la pérdida de participación en el PIB de los sectores manufacturero y agropecuario, con el agravante de que no sólo no crecen, debido a su raquitismo, sino que, como ha pasado con la industria que lleva ya un año en terreno negativo.
Esta es una de las verdades de perogrullo: no se le puede pedir peras al olmo.
Según los datos de la Muestra Mensual Manufacturera del Dane entre abril de 2012 y marzo de 2013 la industria retrocedió 1.9%; sólo 13 de los 48 renglones considerados continúan en terreno positivo y de estos 4 mantienen crecimientos por debajo del 1%.
Para que estos sectores salgan del letargo no bastan los paños de agua tibia, los emplastos que, como el PIPE, no pasan de ser lenitivos, que sólo sirven para prolongar la agonía. El problema es estructural y las medidas a tomar para reactivar la economía deben tener ese mismo carácter.
Como lo sugiere el más reciente Informe del Consejo Privado de Competitividad, “la reciente literatura de desarrollo y la evidencia empírica sugieren que son los países que se adentran en procesos de cambio estructural, o de transformación productiva –es decir, que están constantemente cambiando la fisonomía de sus aparatos productivos– los que logran tener mayores niveles de crecimiento sostenidos en el tiempo”. Y, para terminar, digamos con el Consejo Privado de Competitividad que “infortunadamente, la teoría y la evidencia empírica sugieren que este proceso de sofisticar lo que se produce y de pasar a producir nuevos bienes y servicios –o de transformación productiva– no se da de forma espontánea, en la medida en que existen numerosas distorsiones y cuellos de botella que lo limitan”. Ojalá las autoridades económicas tomen nota de estas observaciones, así muchas de ellas se salgan del cartabón del fracasado y desprestigiado modelo económico neoliberal. Lo demás es pura y simple contumacia.