Jamás había tenido conocimiento de los niveles de corrupción tan bárbaros en la administración pública. Es decir, son unos bárbaros los autores, coautores, cómplices de esta barbarie que toca todos los niveles de la sociedad, hasta en la iglesia católica, que obligó al Papa Francisco, pedir perdón al mundo por las atrocidades causadas por los actos inmorales de algunos mal llamados sacerdotes contra los niños.
Un verdadero desastre moral vive la sociedad; de una parte patrocinado por el Estado y sus gobiernos, donde en el caso concreto de las conversaciones de paz, han patrocinado el delito continuado de lesa humanidad por la retención y violación sistemática de menores, que aún, con la aquiescencia del gobierno y de una sociedad absolutamente depravada, permite que se mantengan esos niños en el ocultamiento total de quienes supuestamente han pactado la reconciliación, pero mantienen en vilo a una sociedad y muchas familias, por la incertidumbre causada ante el silencio estatal.
Todos los días se tiene conocimiento de los actos sistemáticos de corrupción, teniendo como soporte la mentira; el fraude, el engaño, la maniobra torticera contra los intereses nacionales.
El atraco a la sociedad, es la conducta normal de los grandes estafadores del erario, mentiras miserables como una supuesta conversación con el Presidente Trump que jamás existió; tener la mentira como el rector de la comunicación entre el gobernante y los ciudadanos, además patrocinados por algunos medios de comunicación miserables y fraudulentos, que en lugar de ser la sal dentro de la sociedad, son amamantados por la ubre del presupuesto nacional, y atragantados solo se atreven a balbucear, para defender un gobierno sin defensa posible.
Para distraer a la sociedad de esta barbarie de corrupción, se lanzan cortinas de humo contra la oposición, creyendo que con atacarla por descubrir sus porquerías, sus conductas criminales; falsa ilusión, por el contrario, por las injusticias cometidas, pagaran más temprano que tarde, pero pagarán, por la ignominia de creer que sacando de la sociedad la verdad, quedan en libertad, para consumar el saldo de corrupción e inmoralidad, si es que aún queda.
Que asqueroso escenario. Las alcantarillas de los pueblos de Colombia son insuficientes para conducir a su última morada la podredumbre en que se debate nuestra sociedad, dirigida por el gobierno y alimentada por algunos sectores de la sociedad, por fortuna pocos, pero que hacen daño, por su capacidad perturbadora como la extrema izquierda resentida, enseñada a moverse dentro del fango, y a riesgo de perder su hábitat.
Reaccionamos o terminamos como el lavadero de la paz; sometidos a merced del delito.