La Nación
Rabin nos enseñó que no hay paz sin atravesar dolores 1 20 abril, 2024
COLUMNISTAS

Rabin nos enseñó que no hay paz sin atravesar dolores

Yitzhak Rabin fue un mártir por una causa justa: la búsqueda de la paz, y siempre lo será. Aunque a veces la guerra se le anteponga. Rabin no era un líder común, pues su discurso estaba dedicado a todos aquellos que creían o creen en una sociedad en la que exista la sensación de la armonía, tal vez no perpetua, pero sí en continuidad. Rabin era un líder como pocos. De seguro, es una perdida enorme para Israel, pero más una pérdida para toda la región e incluso para esa contraparte del mundo árabe, que, si bien tiene sectores reacios a la paz, también existen los grupos e individuos que desean hacer parte de una nueva historia.

Además de Rabin, cabe señalar la posición con respecto al conflicto árabe-israelí del autor más vendido de Israel, es decir, Amos Oz. Esta leyenda de las letras, en su última conferencia en la universidad de Tel Aviv, señaló que “no se puede curar una herida a palos”, y propuso que, para solucionar el extenso conflicto, se recurra al dialogo, a la buena comunicación, a la receptividad, al buen uso del lenguaje, al entendimiento. Asimismo, es el racionamiento lo que de los dos lados del conflicto debe prevalecer. Es una pena que el extremismo o sectarismo y sus variantes destruyan de forma mezquina cualquier posibilidad de diálogo, de razón y de paz. Todo termina en el mismo lugar, y de nuevo a comenzar de cero.

Dentro de todo, Oz dijo en aquel ultimo gran discurso: “Si Israel no tuviera la fuerza que tiene, ninguno de nosotros estaría aquí”, y con toda razón. Israel nació como un Estado de defensa y se ha mantenido como tal. Aunque en momentos determinados ha debido atacar, su arma es la defensa, incluso el ataque como defensa. Así que no es la solución que Israel deje de existir como Estado y como nación hebrea, al contrario, para que prevalezca debe existir la paz, tanto dentro de Israel como en la región en general.
Y ése es otro aspecto: ¿existe la paz dentro de Israel?, ¿existe la paz entre los judíos? Pues sin eufemismos, evasivas o respuestas ambiguas, quien asesinó a Rabin y de paso frustró la posibilidad de llegar a un acuerdo de paz histórico no fue un árabe, ni siquiera un musulmán. Fue un judío y un israelí. Yigal Amir representa todo el odio y el extremismo irracional que puede llegar a existir dentro de una posición sesgada, sectaria, fanática. Amir es la muestra de cómo puede “matarse” la posible consecución de la paz. Al igual que Amir existen muchos que así no harían lo mismo, de una forma u otra lo respaldarían y lo acompañarían con furor en un acto tan vil como el de asesinar a una figura como la de Rabin, hace 26 años.
Ahora bien, los Acuerdos de Oslo de 1993, buscaban una solución permanente al conflicto. Inclusive, lo que se proponía en estos acuerdos es prácticamente lo que se tiene hoy por hoy, pero sin la anhelada paz (para algunos). Para Rabin: “Jerusalem es la antigua y eterna capital del pueblo judío”. También en materia de soberanía, de seguridad de fronteras y demás aspectos todo se mantendría en una posición favorable a Israel. Por su parte, Palestina estuvo dispuesta a aceptar la mayor parte de los puntos del acuerdo y, así, movimientos como Hamas no hubieran tenido una expansión tan letal.

En Tel Aviv fue abatido el primer nacido israelí que ocupó el cargo de primer ministro. Un año antes había recibido el premio Nobel de la Paz. En su niñez vivió el conflicto en carne propia. Entendió desde muy temprano la terrible disputa, muy lejana de cualquier paz. Sabía cómo los asentamientos judíos eran atacados, desmantelados, incendiados y de las matanzas a judíos por parte de árabes. Siempre lo acompañó el sabor amargo de aquel conflicto y de la carencia de la paz.
Rabin, siempre sionista, estuvo en la Haganá y luego en el Palmaj, su cuerpo de elite. Dijo Rabin: “La realidad de nuestro pueblo y de nuestra vida nos urgía a estar siempre a la defensiva”. Fue nombrado jefe del Estado Mayor en 1964 del Tzáhal. Luego se convirtió en diplomático y en político, y no en cualquiera.

En la historia del moderno Estado de Israel pocos hombres han sido como Rabin. No por nada el país se vistió de luto en aquel noviembre del 95, sino que hasta día de hoy se le recuerda, se le conmemora y se le rinde homenaje a aquel hombre de armas que apostó por la paz. A su funeral asistieron casi todas las personalidades más importantes de la época.
En sus últimas palabras en ese discurso del 4 de noviembre se resume su vida y su obra: “Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy, estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz, gran oportunidad. La paz lleva intrínseca dolores y dificultades para poder ser conseguida. Pero no hay camino sin esos dolores”.