La Nación
Cecilia López Montaño
COLUMNISTAS OPINIÓN

Realismo, pero no mágico

Cecilia López Montaño

 

Si algo se va a necesitar en este 2022 que ya comienza es que quienes tienen responsabilidades que inciden sobre la evolución de la sociedad, asuman posturas realistas. Esto no es nada fácil en Colombia enfrentado al exceso de triunfalismo del Presidente Duque que todo lo que hace, según él, bate récord histórico. Por ello es necesario salirse de ese reducido ámbito y mirar lo que se dice internacionalmente por parte de expertos. Se reconocen tres elementos claves para ubicar en el sitio que toca la evolución de la economía en los próximos dos años. En primer lugar, la nueva ola del Covid que ya está volviendo a frenar la economía en distintos países; en segundo lugar, la inflación que se creyó controlada por décadas que volvió a ubicarse como una nueva amenaza y finalmente la política. La combinación de estos factores será un elemento clave para determinar el crecimiento económico en el próximo futuro.

Es bueno recordarles a los triunfalistas que la peor caída por el Covid-19 en 2020 la vivió América Latina con una reducción de su PIB del -7% y Colombia estuvo ahí. Obviamente era de esperarse un mayor aumento en 2021 cifra sobre la cual el presidente Duque lleva varios días lanzando fuegos artificiales, pero el tema es el 2022, escasos 3% para toda la región. Este bajo nivel esperado de la expansión de la economía el próximo año significa que al menos los tres efectos anotados tendrán una influencia negativa. La inflación en Colombia alimentado por el alto nivel de importaciones especialmente de alimentos, con el dólar superando los $4.000 pesos y sin visos de una recuperación del campo, es una posibilidad que debería llevar a un replanteamiento de la producción nacional. Pero no se escucha hasta ahora nada que permita reconocer que esa preocupación existe en los responsables de la política agropecuaria.

Sobre ómicron, la nueva cepa de la pandemia era lo que le faltaba a la humanidad. Ya tiene a muchos países entre ellos a Estados Unidos cerrando universidades y volviendo a sacar a la gente de las calles, de los eventos multitudinarios de esta época de fiestas. Times Square con 1.500 personas que fueron autorizadas para entrar el 31 de diciembre a su histórica fiesta de Año Nuevo, dejó la sensación de que esta historia dolorosa de la pandemia lejos de acabarse entró en una nueva etapa. Sus consecuencias sobre la actividad productiva, el empleo, las mujeres de nuevo fuera de sus trabajos y desbordadas por el cuidado no remunerado, se repetirán. Y para completar, la política en nuestro caso en plena época electoral tendrá sus consecuencias si sigue este camino tortuoso que tiene hasta ahora.

Frente a estas realidades lejos de escuchar las voces de sirena de un gobierno que cree que saldrá olímpico simplemente por el efecto rebote de la economía, creyendo que el desempleo, la pobreza y la vulnerabilidad no se notarán, es hora de ser realista. Es el momento de analizar cuáles son los caminos para que, en estos meses de cierta holgura, se tomen las decisiones que tocan para minimizar aquellos efectos previsibles. No es sano demorarse demasiado en reconocer que la pandemia ya empezó a mostrar sus efectos y que no se pueden aflojar las medidas porque un nuevo cierre causaría daños de inmensas dimensiones.

Y la política. Si lo anterior se suma a una campaña política manejada por el gobierno como hasta ahora, con intervención clara del Presidente Duque, con los inoportunos nombramientos de la Procuradora, la inestabilidad generará esas expectativas negativas que desestimularán la inversión, motor del crecimiento económico. Más que ave de mal agüero de lo que se trata es de advertir los peligros para evitarlos o por lo menos actuar a tiempo para que no acabe con las esperanzas que todos tenemos al empezar el 2022, de que este año será mucho mejor que los últimos 2 o que todo este período presidencial tan desastroso.  Es decir, realismo, pero no mágico.