Después del tal estallido social, se ha configurado la idea de que Colombia está en uno de sus peores momentos económicos y, por lo tanto, sociales. Por ello, conviene preguntarnos si realmente este es el momento de mayor penuria en la historia del país.
Así las cosas, quiero discurrir sobre cinco aspectos que configuran el pesimismo económico de nuestros días. Para ello, referiré algunos aspectos de la calidad de vida en Colombia, pues, gracias a esta variable podemos analizar la efectividad de las políticas públicas que le permiten a una sociedad transformar el crecimiento económico en condiciones de desarrollo.
Primero, algunos colombianos hoy se quejan de la falta de oportunidades y reclaman mayor acceso a la educación. Entonces, conviene pensar si las oportunidades que tuvieron nuestras familias 40 años atrás son comparables a las que hoy ostentan. Específicamente, deberíamos cuestionarnos por qué si las oportunidades son escazas el número de profesionales actualmente en las familias colombianas no se corresponde con el dato del pasado.
Segundo, es común escuchar que la brecha entre ricos y pobres es abismal y con tendencia incremental. Por lo tanto, debemos preguntarnos si el acceso a la información (que actualmente es casi gratuito) implica una condición de desigualdad en la era del conocimiento. Pues, en una sociedad contemporánea, la brecha entre ricos y pobres sería mayor siempre que la internet, principal fuente de información, discriminara los usuarios según su nivel de renta. A la par que los esfuerzos del Estado por aumentar la cobertura de internet han dado resultados, debe reconocerse también que, gracias a la dinámica económica, se ha masificado la adquisición de computadores en los hogares colombianos, hecho impensable hace 30 años. Acaso, ¿esto no significa un cierre de brechas?
Tercero, en muchos hogares del país se erige un reclamo contra la precariedad económica. Sin embargo, el proceso urbanizador en Colombia parece avanzar sin dilaciones y la evidencia empírica revela una relación positiva entre la urbanización y el desarrollo. Pues, la urbanización ha permitido que más hogares tengan acceso a servicios públicos domiciliarios, mejorando su condición de vida. Por otro lado, la disminución de la mortalidad infantil en los últimos 50 años en Colombia es innegable, lo cual no es una expresión de penuria.
Cuarto, suele cuestionarse “que el ciudadano de a pie no se beneficia del crecimiento económico”. Empero, la clase media en Colombia ha surgido como producto de esa bonanza. Una muestra de ello es el contraste del número de vehículos por hogar hace 20 años con el dato observado actualmente.
Quinto, si de oportunidades de equidad de género se trata, hace 90 años el nivel máximo de educación posible para una mujer de condiciones económicas favorables era 4to de bachillerato, pocas, muy pocas mujeres pudieron acceder a la universidad. ¿Puede compararse ello con la realidad presente? Afortunadamente no.
En conclusión, basta con que cada familia compare sus condiciones presentes con su pasado económico para advertir si ha tenido un deterioro de bienestar, o, todo lo contrario.