Un gran rechazo nacional es lo que merece de entrada el ataque de esta semana contra un grupo de militares en el Cauca, departamento azotado históricamente por sangrientos episodios de violencia.
Como es de dominio público, disidentes de las Farc pertenecientes a la estructura ‘Jaime Martínez’ sorprendieron a 25 uniformados integrantes del pelotón Gladiador de la Tercera División del Ejército cuando acampaban en un paraje de la vereda Munchique, zona rural del municipio de Buenos Aires. Los atacantes emplearon tiros de fusil, granadas y ‘tatucos’, dejando como resultado media docena de soldados asesinados. La mayoría de estos militares estaban prestando su servicio militar y sus edades no superaban los 24 años.
El mismo día del ataque –el martes pasado—el presidente Gustavo Petro, quien ha tendido su mano del diálogo a los grupos ilegalmente armados a través de lo que él mismo ha llamado la “paz total”, envió una advertencia: “Cuando hablamos de diálogo no estamos dando permiso para lo ilegal, estamos dando permiso para hablar. Si lo que vamos a empezar implica la muerte en cadena de jóvenes, no tiene sentido. Nuestra juventud no está para ser sacrificada”. Y añadió: “Esa paz —refiriéndose a la “paz total”— no puede ser ingenua. Lo que aquí estamos abriendo no es un permiso del Estado para traquetear o para tener territorios que se suponen son estratégicos en las economías ilegales que han llenado el espacio de la economía ilegal y poderosa que aún no aparece”.
El rechazo al ataque en el Cauca, que se suma a otros a lo largo del año, como el de los 7 policías asesinados en zona rural de Neiva, debe ir acompañado de una contundente respuesta militar contra las estructuras ilegalmente armadas que hasta ahora solo han demostrado estar interesadas en imponer a sangre y fuego su dominio territorial para consolidar sus rutas de la ilegalidad y del narcotráfico.
Cuántos ataques más contra la Policía y el Ejército resistirá la “paz total” de Petro, es el gran interrogante.