La Nación
COLUMNISTAS

Reflexiones sobre la segunda vuelta

Certidumbres e inquietudes

El presidente Juan Manuel Santos tiene todo el derecho, según la Constitución vigente, a buscar su reelección en el cargo. Y hay que decir que quienes ahora se oponen a la reelección fueron precisamente quienes introdujeron la figura mediante la denominada “reforma de Yidis y Teodolindo” (Acto Legislativo 2 de 2004).

Ahora bien, sin perjuicio de ese derecho, no es coherente la posición del doctor Santos cuando propone que se suprima esa institución mediante reforma de la Carta Política –en lo cual estoy de acuerdo, porque ha sido nefasta para la democracia colombiana-, pero a la vez aspira a ser el último presidente reelegido. Si la reelección no le gusta, habría sido de esperar que no persiguiera para sí esa posibilidad, pero –repito-, actúa dentro de las previsiones constitucionales y por tanto esa actitud suya es legítima y muy respetable.

Pensando en voz alta, diré que tanto Santos como Uribe habrían pasado a la historia de los ex presidentes con mucha mejor imagen si se hubieran conformado con su período original de cuatro años. Los dos se han metido en problemas, más que por decisiones de gobierno o Estado, a raíz de sus aspiraciones reeleccionistas. Teniendo ambos a favor varios logros administrativos y ejecutivos en los primeros cuatro años, para cada uno de ellos habría sido más tranquilo y edificante dedicarse durante el primer período a gobernar bien y sin ambiciones y al servicio del país, y, tras su salida, a redactar sus memorias y a consentir a sus nietos. O a dictar conferencias en universidades, como lo hizo el ex presidente Uribe al comienzo, antes de enviciarse con el Twitter como instrumento de actividad política.

También pienso que, para un buen ciudadano, debería ser suficiente un período presidencial ejercido con dedicación y entrega que un cuatrienio a medias, asediado por el odio y las intrigas de los eventuales rivales, y con las dificultades propias de haber reunido en su persona la doble condición de presidente y candidato.

Sin embargo, ya las cosas han avanzado demasiado, en el presente, para el presidente Santos, y tiene ante sí un desafío inmenso. No debería ser el único jefe de Estado latinoamericano que, pudiendo, le sea imposible ser reelegido. Quienes compartimos el objetivo de alcanzar el fin del conflicto y la paz mediante el diálogo, tras más de cincuenta años de guerra, lamentaríamos de veras la frustración de esta esperanza colectiva.

El contrincante de Santos, el Dr. Oscar Iván Zuluaga, ha dicho que también quiere la paz, aunque considera, no sin razón, que se deben respetar los parámetros y las exigencias del Derecho Internacional Humanitario, y que los crímenes de lesa humanidad no pueden ser amnistiados.

Finalmente, para la segunda vuelta, lo que esperamos todos es que las campañas se dediquen a exponer sus ideas y programas sobre los grandes temas y problemas nacionales; que excluyan de sus agendas la “guerra sucia” y que despidan por justa causa y sin indemnización a los “hackers” y asesores especialistas en tan vergonzosos menesteres, a quienes en mal momento habían contratado.

Los colombianos escogerán en las urnas.