La Nación
Regalos de la vida 1 19 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Regalos de la vida

Javier Cabrera

En este instante cobra para mi sentido todo. Al detenerme a mirar mi vida, salgo de mi espacio y desde afuera, desde ese otro yo, contemplo el paisaje, el cielo, las nubes y nuevamente regreso la mirada en mí.

Cuanto tiempo pasa y dejamos que transcurra sin comprender lo que la vida nos regala, y por una terquedad absurda seguimos recorriendo el mismo camino sin   valora los regalos de nuestra existencia, aquellos que nos llegan, tocan y cuidan, aquellos que nos acompañan y abrigan.

Abran sus ojos como yo los abrí. Ábranlos desde el alma que proyecta la vida, desde el espíritu que se sobrecoge ante la soledad, y contemplen lo que la vida nos entrega, pero que permitimos pase en un segundo. Deténganse a disfrutar ese instante para regocijarse con lo que tienen.

Cuantas veces dejamos que sople la brisa y llevándose la esencia de lo que somos y fuimos, simplemente para aparentar y quedar bien con los demás. Es absurdo. Nuestra mirada permanece estática en el debo ser, quiero más; en el no tengo, y no danza rítmicamente disfrutando lo que soy, lo que me acompaña; desde él es suficiente, desde el aceptar ser vulnerable para contemplar con éxtasis pleno nuestro entorno, y para gozar de la vida intensamente. Seguimos buscando donde solo queda vacío. Desde lo racional creemos que el brillo de lo material se incorpora en lo que somos y nos define, para al final gravitar en el dolor de no encontrarnos.

Solo cuando contemplamos la muerte, la muerte de una oportunidad perdida, de un adiós eterno o de alguien a quien queremos, aparece entonces esa mirada que perdimos, para decirnos que aquél ‘Ser’, fue un regalo, uno hermoso que nos dio la vida y no disfrutamos. Nos culpamos entonces por las veces en que lo señalamos creyéndonos mejores, sin constatar lo lejos que estábamos de esa realidad, llorando por no haber entendido la inmensidad perfecta de su defectuosa humanidad.

Pasan personas importantes en nuestra vida, y no apreciamos su universo lleno de risas, alegrías, chispa, sencillez y complicidad. Nos sentamos entonces, sintiendo la ausencia de su entrega o cuestionando el no abordar su existencia en el momento que se podía y entendemos su esencia en lo elemental, cuando la complejidad de su ausencia se convierte en lagrimas ante nuestros ojos.

Comprender cuanto perdimos en el ayer, para recordar los que podemos valorar en el hoy sin repetir la historia, es el mejor regalo de la vida.