Como cada año en Colombia por esta época se da la puja por el aumento del salario mínimo, del que dependen miles de familias, especialmente de los estratos 1, 2 y hasta 3. Desde distintos sectores se empieza a especular con análisis y explicaciones de todo tipo. Gobierno, sindicatos, medios de comunicación, gremios, empresarios, académicos, centros de estudios sueltan cifras para tantear el terreno movedizo, con el ánimo de acertar o hacerse sentir y escuchar.
Sin embargo, es un asunto muy serio, que debe darse con profunda responsabilidad y justicia social, atendiendo con equilibrio a quienes lo reciben como a quienes lo pagan, con el desafío de quedarse cortos o excederse en el alza. No más este 2022 el incremento fue histórico, de 10.7%, el más elevado en décadas, pero, rápidamente se desinfló por el costo de vida, la inflación, que han impactado cruelmente al bolsillo de los colombianos.
La tarea es compleja: recuperar el poder de compra de la gente sin afectar la formalización laboral y la generación de empleo. El objetivo debe ser tener un país justo, sin desigualdades, sin ahondar la brecha de más ricos y pobres, y una clase media en desaparición. Avanzar civilizadamente en busca del consenso en medio de las diferencias, sin señalamientos ni descalificaciones, sin populismos dañinos e irresponsables. Al fin y al cabo, todos vivimos en este país, que deseamos sea más cálido y justo, con bienestar de todos sus habitantes.
Y el reto es más difícil porque por primera vez le corresponderá a un gobierno de izquierda liderar el acuerdo y sacarlo adelante, así generaría confianza entre el empresariado y trabajadores y evidenciaría que sí es posible trabajar de la mano, con un gran saldo a favor para la Casa de Nariño. Lo contrario sería un pésimo mensaje para la democracia participativa que la Presidencia lo expidiera por decreto, así pasadas administraciones se hayan visto obligadas a hacerlo.
Por Ley, los factores que se analizan en la negociación del salario mínimo son el índice de inflación, la Productividad Total de Factores, el Producto Interno Bruto (PIB) y la contribución de los salarios al crecimiento de la economía del país. Aunque, opino, es tiempo de empezar a considerar otros parámetros, nuevos escenarios y modelos para diversos salarios dependiendo de la coyuntura de la economía actual, las zonas del país, el desempleo y hasta la tasa de cambio. Además, se podría revisar el alza semestralmente para que los colombianos no pierdan el poder adquisitivo.
Mañana viernes las partes deberán presentar sus propuestas, con base en la inflación proyectada del año, que ya superó el 12%; la cifra de productividad del Dane del 1.24%; y la tasa de desempleo, casi 10%. Por el bien de la paz, del entendimiento nacional, de la justicia social y el mercado laboral tenemos esperanza de que haya un pacto que deje a todos satisfechos. Señores: “Ni mucho que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre”.