Las tradicionales fiestas folclóricas de San Juan y San Pedro en el Huila dejaron tan alarmantes demostraciones de violencia Las tradicionales fiestas folclóricas de San Juan y San Pedro en el Huila dejaron tan alarmantes demostraciones de violencia, intolerancia, inseguridad y falta de respeto por los demás, que nos muestra como una sociedad profundamente enferma y con urgente necesidad de un muy serio tratamiento en materia de cultura ciudadana, de resolución pacífica de conflictos y de respeto por nuestros conciudadanos. Las estadísticas oficiales hablan de 11 muertos, 35 heridos y tres asonadas ocurridas en los municipios de Elías, Garzón y La Plata. En Tello, una trifulca de borrachos en pleno parque principal, terminó con la muerte a cuchillo de dos personas (una de ellas concejal del municipio) y varios heridos. Casi todos los municipios registraron hechos de sangre tal como lo informaron medios de comunicación regional. A esto debemos agregarle la proliferación de robos y atracos especialmente en la ciudad de Neiva, la patanería y el atropello contra las personas en los desfiles folclóricos (especialmente el de las reinas estudiantiles) y la débil participación de público en los actos verdaderamente culturales como los concursos de música y danzas. No entiendo como ahora las autoridades civiles, las fuerzas de policía y los organizadores del festival, dan partes de victoria, sin dar muestras de preocupación por estos alarmantes síntomas de descomposición social, incivilidad y barbarismo. Los planes de contingencia en materia de seguridad y movilidad ciudadana no operaron u operaron en forma muy deficiente. Pero lo que realmente está fallando es lo que algunos sociólogos llaman “la construcción de ciudadanía”. La creación de una sociedad con unos valores, una moral y unos principios que generen cohesión y disciplina social. La proliferación de conductas antisociales es el resultado de los malos ejemplos que nos dan el Congreso de la República y los altos funcionarios del estado, dedicados a legislar y actuar en beneficio propio, con un absoluto desprecio por el interés general. Es la ausencia de verdaderos liderazgos políticos dignos de imitar por su honestidad, compromiso ciudadano, claridad en metas futuras y apostolado social. El estímulo al individualismo y al “sálvese quien pueda” está generando esta sociedad insolidaria y salvaje. Aunque todos tenemos algo de responsabilidad en lo que pasa y todos debemos aportar en las soluciones, son las autoridades civiles y militares las que deben orientar políticas públicas conducentes a generar cohesión social, convivencia ciudadana y una alta civilidad como factores de progreso, democracia y felicidad para las personas.