Señora ministra

Beatriz Londoño, una de las personas más calificadas del sector de la salud, tiene el inmenso desafío de enderezar un sistema que hace agua por los cuatro costados. Beatriz Londoño, una de las personas más calificadas del sector de la salud, tiene el inmenso desafío de enderezar un sistema que hace agua por los cuatro costados. Informe Especial SEMANA Al complejo sistema de salud del país le acaba de pasar lo mismo que a muchos pacientes, que pasan de médico en médico probando todo tipo de drogas y tratamientos sin sentir mejoría, hasta que finalmente encuentran el especialista que les da una esperanza de cura. Eso es lo que puede pasar con la designación de Beatriz Londoño Soto al frente del Ministerio de Salud. A pesar de que en los dos últimos años se han hecho importantes ajustes y modificaciones al sistema de salud, este sigue en crisis y tiene al borde de la quiebra a la mayoría de las EPS y los hospitales públicos, e insatisfechos a los usuarios. La llegada de Londoño, considerada como una de las mejores técnicas y conocedoras del modelo creado por la Ley 100 de 1993, ha empezado a generar la idea de que por fin el enfermo encontró, como lo advirtió José Félix Patiño, decano de los médicos del país, a la persona que puede salvarlo. Esta anestesióloga fue escogida en 1994 por el entonces ministro de Salud, Juan Luis Londoño, para hacer parte del equipo técnico que iba a implementar la recién aprobada Ley 100, concebida por él mismo. Ella había terminado su maestría en Salud en la Universidad de Harvard. Al año siguiente, Antanas Mockus la nombró secretaria de Salud para que pusiera a andar el modelo en la capital. Pronto, Beatriz Londoño comprendió lo difícil que era cambiar un esquema en el que el gobierno giraba la plata a los hospitales para que atendieran a los enfermos hasta donde les alcanzara, por uno nuevo, lleno de tecnicismos, entidades y normas, que buscaba que todos los colombianos tuvieran una especie de seguro de salud. Según recuerdan algunos de sus colaboradores, logró afiliar a unas 850.000 personas al sistema, tecnificó la Secretaría, comenzó el mejoramiento de los hospitales, creó el Centro Regulador de Urgencias y el Laboratorio de Salud Pública, entre otras. En pocos años, Bogotá superó a Antioquia como referente de salud, y dio una dura batalla nacional por depurar las listas de afiliados al sistema, que ya empezaban a desangrar al erario. Enrique Peñalosa la ratificó en 1998, pero Londoño salió al año para afrontar una investigación por haber puesto recursos de la Secretaría en el Banco Andino, de la que finalmente salió exonerada. Firme a la hora de tomar decisiones, Londoño fue consultora de Unicef, del Mount Sinai Medical Center y de algunos centros de pensamiento, sin perderle el pulso a lo que pasaba en la salud. Fue asesora en seguridad social de Juan Manuel Santos en el Ministerio de Hacienda en 2000 y directora del ICBF durante el primer gobierno de Uribe, donde comenzó una reorganización de la entidad y construyó la política de primera infancia. Después, trabajó para la Asociación Estadounidense del Corazón, desde donde desempeñaría un papel importante en promover la Ley Antitabaco aprobada en 2006. Fue una de las primeras asesoras en llegar a la campaña de Santos. Fue nombrada viceministra de Salud, y colaboró en la depuración y ajustes que lideró el saliente ministro, Mauricio Santa María, a la salud. Este lunes, cuando Londoño asuma el cargo, se jugará su prestigio para tratar de enderezar un sistema que, paradójicamente, ayudó a concebir e implementar, pero que, casi dos décadas después, hace agua por los cuatro costados. Para que la atención oportuna y digna -y no la plata- sea el motor que mueva a hospitales, EPS, funcionarios y demás actores del sistema, la ministra tendrá que resolver de una vez por todas las deudas que hay entre todos los involucrados, que pueden superar los 2 billones de pesos, y crear un sistema único de información, que hoy no existe y que permite que una EPS o un hospital cobre servicios, procedimientos o medicamentos por el precio que quiera. Hoy, el Estado no sabe cuánto se gasta al año en aspirinas o cuántas mujeres embarazadas están siendo atendidas. Y lo más importante, se deberá buscar que haya reglas, cuentas y metas claras en un sistema en el que se perdió hasta la confianza. Hace 19 años, recién aprobada la Ley 100, el entonces ministro, Juan Luis Londoño, dijo que si en el país no se robaran ni se quedaran con la mitad de la plata de la salud, Colombia tendría el mejor sistema de América Latina. Ahora, su discípula y amiga Beatriz Londoño enfrenta el desafío de hacer esto realidad y demostrar, de nuevo en el terreno, cuál fue el modelo que se quedó en el papel.

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