Pensé dedicar la columna de hoy a otros asuntos. Definitivamente este es un país de indiferentes. Y es verdad. A cuenta de eso Colombia se encuentra atrapada en un remolino de polvo que no ofrece horizontes ni al ojo ni a la mente.
Pensé en reclamarles de nuevo a quienes han permitido que en cada proceso electoral terminen votando, decidiendo y eligiendo, a cuenta de su abstención e indiferencia, de su actitud irresponsable que pretenden disfrazar como “apolítica”, clientelas pagadas para elegir a quienes luego se sientan a despacharse el banquete del erario público.
Quería referirme de nuevo a eso: a la dejadez de las personas con respecto a la política. Sin embargo, y a pesar de ello, la realidad que padecemos, en un país como el nuestro, adportas de un paro generalizado del sector agropecuario y diferentes sectores sociales, acarrea para todos desafíos que demandan soluciones inaplazables y me obliga a referirme, a título de reflexión, al mayor y más complejo de nuestros problemas: la pobreza.
Lo que va del 2013, pese a las cifras expuestas, es una vergüenza en materia social. Las cifras manipuladas no logran reemplazan la evidente realidad: la gente se sigue muriendo de hambre, escasean las oportunidades, más de nueve millones de colombianos se acuestan diariamente con el estomago vacío y subsisten con menos de un dólar diario, más del 80% de los campesinos y del 40% de la población urbana siguen viviendo en condiciones de miseria, nuestra clase media se sigue empobreciendo y sigue teniendo que entregar con ocasión de ello sus viviendas y su patrimonio familiar. A eso se suman, las exageradas e injustificadas tarifas de servicios públicos que ahorcan cada vez más a los colombianos.
El año empieza a terminar. Ojalá el 2014 sea diferente. Ojalá se abandone la idea de que puede haber desarrollo y progreso, y paz, si apenas la economía crece. Ojalá empecemos a ser conscientes de que no hay ni lo uno ni lo otro allí donde la desigualdad se incrementa a la par que el empleo disminuye y la gente se empobrece. Ojalá se entienda que no hay desarrollo y progreso donde los beneficios de las riquezas son apenas para los sectores más fuertes y poderosos de ella.
Combatir sin descanso esta forma de esclavitud debería ser el principal propósito nacional, pues es paradójico pretender la paz donde conviven las formas más sorprendentes de miseria junto con los más ostentosos niveles de riqueza. Así difícilmente se puede lograr una realidad diferente, pensar lo contrario es ser ingenuo.
Twitter: @sergioyounes